Fraga Iribarne y la necesidad de una política honesta en la España contemporánea

Fraga Iribarne y la necesidad de una política honesta en la España contemporánea

El debate sobre las cualidades que deben exigirse a un político resulta hoy más urgente que nunca. En un contexto de desconfianza hacia las instituciones, polarización mediática y una ciudadanía cada vez más desencantada, cabe preguntarse qué valores deben prevalecer en quienes aspiran a gobernar. La formación académica y profesional resulta importante, pero no suficiente. La política exige además honestidad personal, nobleza de carácter, vocación de servicio y voluntad real de trabajar por el bien común. Sin esas condiciones, incluso el currículum más brillante pierde su legitimidad (Weber, 1919/2003).

En la historia política reciente de España encontramos figuras que, con sus contradicciones, encarnaron ese ideal de servicio. Entre ellas destaca Manuel Fraga Iribarne, cuya trayectoria, extensa y controvertida, ilustra los matices de un hombre que supo transitar desde el franquismo hacia la democracia, fundando Alianza Popular y contribuyendo después a consolidar el Partido Popular. A pesar de sus errores y de su estilo autoritario (Tusell, 1997), conviene subrayar un hecho relevante: no se le vinculó jamás a episodios de corrupción personal. Fraga representó a una generación de políticos que concebían la política como un deber hacia el Estado, no como un negocio privado. Su vida política fue ejemplo de disciplina, resistencia y trabajo incansable, virtudes que en la actualidad parecen cada vez más escasas.

En contraste, la política española contemporánea evidencia un claro desgaste. Líderes como Alberto Núñez Feijóo y Miguel Tellado encarnan una generación marcada por la debilidad del discurso y la erosión de credibilidad. En el caso de Feijóo, a menudo se le presenta como dirigente moderado; sin embargo, se trata más bien de una moderación de fachada, una estrategia orientada a proyectar la imagen de “hombre de Estado” que no logra consolidarse en la práctica. La distancia entre lo que pretende transmitir y lo que efectivamente ofrece se traduce en falta de autenticidad (Lago Peñas, 2022). Tellado, por su parte, ha hecho del tono bronco y la confrontación partidista su principal instrumento retórico, priorizando la batalla mediática frente a la formulación de propuestas constructivas. Lo que se observa en ambos es una orientación hacia la política como espectáculo y cálculo de poder, más que como servicio al ciudadano.

El contraste se hace aún más evidente si recordamos que España necesita una derecha liberal seria, trabajadora y honesta. No basta con ocupar el espacio electoral del centro-derecha: es necesario dotarlo de un proyecto sólido, ético y eficaz. Esa tradición existe en nuestra historia reciente. Ejemplo claro fue Joaquín Ruiz-Giménez, ministro de Educación en los años cincuenta, quien posteriormente se convirtió en una figura respetada por su independencia moral. Durante su etapa como Defensor del Pueblo, elaboró un informe crítico y exhaustivo sobre la situación de las cárceles españolas. Ese informe, que denunciaba las condiciones inhumanas del sistema penitenciario, le costó la destitución (Ruiz-Giménez, 1981). Lejos de retirarse, continuó ejerciendo un papel fundamental en la defensa de los derechos humanos, y posteriormente desempeñó un cargo de gran relevancia internacional como presidente de UNICEF en España, desde donde reforzó su compromiso con la infancia y la cooperación internacional. Su trayectoria muestra que es posible ejercer desde el conservadurismo con honestidad, valentía cívica y una clara vocación de servicio.

Asimismo, en el plano local, la figura de José Manuel Rey Varela, actual alcalde de Ferrol y expresidente de la Federación Galega de Municipios e Provincias, constituye un ejemplo contemporáneo de esa política de servicio. Rey Varela se ha caracterizado por un perfil gestor, pragmático y centrado en la resolución de problemas ciudadanos, lo que le ha permitido mantener reconocimiento incluso en un contexto de fragmentación política (La Voz de Galicia, 2023). Su caso demuestra que dentro de la derecha española hay referentes actuales que entienden la política municipal como trabajo constante, más próximo a la ciudadanía y alejado del ruido partidista.

Estos ejemplos —Fraga Iribarne en el plano nacional, Ruiz-Giménez como referente moral y Rey Varela en el ámbito local— evidencian que es posible articular una política desde la derecha que sea seria, trabajadora y honrada. Sin embargo, también muestran el contraste con una dirigencia actual que parece atrapada en el cortoplacismo, la imagen mediática y la falta de proyecto ideológico coherente.

La consecuencia es clara: cuando la política se vacía de ética y se reduce a la pugna partidista, el ciudadano se aleja de las instituciones. La crisis de confianza en la democracia española está ligada directamente a la pérdida de ejemplaridad (Innerarity, 2020). El populismo y la polarización encuentran terreno fértil en la ausencia de liderazgos sólidos y honrados.

Conviene recordar que la política no es un oficio cualquiera, sino un espacio en el que se construye el destino de un país. Por ello, la exigencia hacia los dirigentes debe ser más alta que en cualquier otra actividad social. El político debe encarnar un modelo de conducta, no solo de gestión. Debe inspirar confianza, asumir sacrificios en favor del interés general y representar lo mejor de la sociedad. Ni Feijóo ni Tellado, hasta la fecha, han mostrado esa disposición. Sus estrategias, centradas en la imagen y en la lucha por el poder, dejan de lado el componente esencial de la política: el servicio.

La trayectoria de Fraga Iribarne, con sus luces y sombras, recuerda que el político debe ser trabajador incansable, resistente a la tentación del enriquecimiento personal y disciplinado en su servicio al Estado. La de Ruiz-Giménez enseña que la honradez puede mantenerse incluso en contextos adversos, como lo demostró con su informe sobre las cárceles y su posterior compromiso en UNICEF. Y la de José Manuel Rey Varela evidencia que aún hoy es posible practicar una política local de proximidad, eficiente y ética. Estos referentes muestran que la política puede volver a ser un espacio de ejemplaridad.

En definitiva, la lección de la historia es clara: los países prosperan cuando son dirigidos por hombres y mujeres que anteponen el interés general a sus ambiciones. España necesita recuperar esa tradición. La derecha liberal y seria que demanda el país no debe contentarse con aparentar moderación, sino encarnar de verdad un proyecto ético y de servicio. Sin esa regeneración, el desencanto ciudadano seguirá aumentando. Con ella, en cambio, la política podría volver a ocupar el lugar que nunca debió perder: ser la forma más noble de servir a los demás.


Referencias bibliográficas

  • Innerarity, D. (2020). Una teoría de la democracia compleja. Galaxia Gutenberg.
  • Lago Peñas, I. (2022). El sistema político español. Alianza Editorial.
  • Ruiz-Giménez, J. (1981). “El Defensor del Pueblo en España: experiencia y límites”. Revista de Estudios Políticos, 25, 45-63.
  • Tusell, J. (1997). La transición española a la democracia. Alianza Editorial.
  • Weber, M. (2003). La política como vocación. Madrid: Alianza (ed. original, 1919).
  • La Voz de Galicia. (2023). “Rey Varela, un perfil gestor al frente del Concello de Ferrol”.

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