El PSOE ferrolano en bucle: mismos nombres, mismos errores

El PSOE ferrolano en bucle: mismos nombres, mismos errores

Ferrol, una ciudad con una tradición política marcada y un electorado exigente, asiste atónita a una nueva entrega del sainete socialista local. Esta vez, con Bruno Díaz como protagonista: un exedil que, tras años de perfil bajo, se postula para liderar el PSOE ferrolano con la promesa de «revitalizar» la agrupación. Pero la pregunta se impone sola: ¿revitalizar con qué? ¿Con las sobras de etapas políticas agotadas y los retales de un partido desconectado de la calle?

Bruno Díaz ya tuvo su oportunidad como concejal y su paso por el gobierno fue, siendo generosos, irrelevante. Ahora, quiere volver a la primera línea acompañado de viejos conocidos del panorama político local. Entre ellos se da por segura la presencia de Germán Costoya, quien fue concejal de Tráfico y cuya gestión se recuerda únicamente por una decisión profundamente impopular: la limitación de la velocidad a 30 km/h en la carretera de Catabois, convertida en una trampa recaudatoria más que en una medida de seguridad vial. Lo que para la ciudadanía fue una agresión al sentido común, para Costoya y sus compañeros fue un «éxito» de gestión. Esa es la vara de medir.

Y si hablamos de extravagancias políticas, no podemos pasar por alto ciertos casos llamativos: personajes que, tras hacerse un nombre anunciando animales perdidos y objetos extraviados en grupos de WhatsApp vecinales, acabaron dando el salto a la política institucional. De moderar chats de barrio a ocupar sillones en organismos públicos. Así, sin escalas. El PSOE de Ferrol ha normalizado este tipo de ascensos exprés, donde lo anecdótico pesa más que la trayectoria. Ya no se trata de militancia, formación o experiencia: basta con visibilidad digital . Esa es la cantera que hoy alimenta al partido.

Este fenómeno merece análisis. El clientelismo vecinal se ha convertido en una autopista hacia la estructura del partido. Muchas asociaciones, nacidas para representar a barrios y vecinos, se han pervertido en plataformas de promoción personal. El PSOE de Ferrol, lejos de frenar este proceso, lo ha institucionalizado. El activismo ya no es para mejorar la ciudad, sino para conseguir un asiento en alguna lista electoral o incluso una plaza eventual. Los vecinos, simples escalones en una escalera que solo asciende para unos pocos.

Y si esto fuera poco, a este circo se suma la figura de la que fuera número dos de Ángel Mato, cuya entrada en política fue tan artificial como desconectada. Una auténtica paracaidista, colocada desde fuera sin ningún tipo de vinculación real con la ciudad ni con la agrupación local. Su única credencial: la confianza del aparato. Una confianza que, a juzgar por los resultados electorales, fue profundamente mal depositada. Ferrol no perdona la arrogancia ni la improvisación. Y lo ha demostrado en las urnas.

Todo esto sucede en un contexto de absoluta fragmentación interna. El mandato de Mato fue un cúmulo de oportunidades perdidas, marcado por la falta de liderazgo real y la incapacidad de construir un proyecto sólido. Su equipo, diseñado más por equilibrios de poder que por capacidad, fue una colección de figuras irrelevantes, silenciosas o directamente incompetentes. Mientras la ciudad pedía soluciones urgentes a problemas estructurales, el PSOE se miraba el ombligo, gestionando con torpeza y desgastando la confianza ciudadana.

Para completar el cuadro, no podemos olvidarnos de otra figura estrella del mandato: Eva, la edil que, tras una etapa tan breve como intrascendente en Ferrol, emprendió el vuelo hacia Madrid, como quien hace prácticas en provincias antes de pasar al despacho bueno. Su paso por la política local fue tan fugaz que aún se debate si llegó a calentar del todo el asiento del pleno. Lo que sí calentó, al parecer, fueron los contactos justos para que su carrera despegara lejos de la ciudad que decía representar. Una política de cercanía… a la estación de tren.

No es casual que ahora algunos intenten volver al primer plano como si aquí no hubiera pasado nada. Saben que el PSOE de Ferrol está descabezado, sin discurso, sin norte, y creen que es su oportunidad para ocupar un espacio que otros han vaciado. Pero ni Díaz, ni Costoya, ni los paracaidistas de siempre representan una renovación. Son más bien una reedición en blanco y negro de una película que nadie quiere volver a ver.

En paralelo, voces dentro del propio partido alertan de una operación de maquillaje: mantener las mismas caras, cambiar ligeramente los nombres y venderlo como una regeneración. Lo cierto es que los nuevos aspirantes ya estuvieron, ya fracasaron, ya decepcionaron. Lo único que revitalizan es la mediocridad.

Y mientras tanto, la derecha observa con sonrisa contenida y la izquierda alternativa pesca en río revuelto. El PSOE, que en otros tiempos fue el eje de la política local, hoy es una caricatura de sí mismo. Incapaz de construir liderazgos nuevos, ha optado por el reciclaje. Ferrol no necesita más concejales grises ni más concejalas invisibles. Necesita políticos que conozcan la ciudad, que la vivan, que sepan lo que duele, lo que falta, lo que urge.

Volver a los Costoya, Díaz o las paracaidistas de manual es confirmar que el PSOE de Ferrol no ha entendido nada. Que prefiere la comodidad del pasado antes que el vértigo del futuro. Que sigue anclado en dinámicas internas, luchas de poder, equilibrios estériles. Que ha olvidado su función principal: servir a la ciudadanía.

Este nuevo intento de liderar el partido es, en el fondo, una vieja historia: las mismas sillas, los mismos nombres, los mismos errores. El PSOE de Ferrol no necesita ser revitalizado con piezas desgastadas. Necesita ser reconstruido desde cero. Con coraje, con inteligencia, con talento y con un profundo respeto por la ciudad. Todo lo demás es humo. Y el humo, como bien saben los vecinos de Catabois, siempre acaba por asfixiar.

Y no olvidemos el detalle clave que corona este esperpento político: Bruno Díaz no solo fue concejal, fue el nefasto edil de Servicios que en su día decidió paralizar la adjudicación del servicio de limpiezas impulsado por Rey Varela en 2015. Una licitación clave para garantizar un Ferrol más limpio, eficiente y moderno… que terminó enterrada bajo una montaña de papeles, excusas y desidia.

Mientras la ciudad acumulaba basura y quejas, Bruno se especializaba en el noble arte de no decidir nada, de alargar procesos hasta la eternidad y de no molestar al aparato… ni al statu quo. ¿El resultado? Ferrol más sucio, más deteriorado y más harto. Un mérito que pocos pueden reclamar con tanta firmeza como él.

Ahora, con la osadía que da la amnesia política, pretende regresar como el salvador de un partido que él mismo contribuyó a hundir. La pregunta es sencilla: si no fue capaz de gestionar los contenedores, ¿cómo pretende gestionar el futuro de la ciudad?

Ferrol necesita líderes, no lastres. Proyectos, no réplicas del fracaso. Si el PSOE sigue apostando por este bucle, que no se sorprenda cuando la ciudadanía siga girándole la cara en las urnas. Porque la gente olvida muchas cosas, pero no quién dejó sin barrer su calle.

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