En una época marcada por la desconfianza hacia las grandes corporaciones y el desencanto social frente al modelo económico tradicional, surgen figuras capaces de repensar el papel de la empresa en la sociedad. Uno de esos nombres propios es el de Pepe Fernández del Campo, académico brillante y pensador comprometido, que ha logrado tender un puente entre los valores humanistas del pasado y las urgencias éticas del presente.
Con una sólida formación —Licenciado en Derecho, Máster en Derecho de la Inteligencia Artificial y actualmente Doctorando en la aplicación de la IA en la internacionalización de empresas— Pepe no solo aporta rigor intelectual, sino también una profunda conciencia crítica sobre el modelo empresarial que heredamos del siglo XX.
En su celebrado artículo «La Escuela de Salamanca: pioneros de la economía ética», publicado en el diario digital Galicia Ártabra, Pepe rescata del olvido a los grandes pensadores del Siglo de Oro español —Vitoria, de Soto, Azpilcueta, Molina, Mercado— para mostrar que los fundamentos de una economía con alma no son una moda reciente, sino una herencia profunda. Una herencia que nos recuerda que el comercio, la empresa y las finanzas deben estar al servicio del bien común.
Frente al paradigma impulsado por Milton Friedman —centrado exclusivamente en la maximización del beneficio para el accionista— Pepe invita a volver la vista hacia un modelo más integral, en el que la rentabilidad no sea un fin en sí mismo, sino un medio para generar valor social, respeto ambiental y justicia distributiva.
Lejos del cinismo que a veces impregna el discurso empresarial contemporáneo, Fernández del Campo no predica desde la torre de marfil del pensamiento, sino que enseña con el ejemplo: como profesor en EAE Business School, forma a nuevas generaciones de líderes que comprenden que ética y éxito no son términos opuestos, sino compañeros de camino.
En un mundo donde términos como «responsabilidad social», «capitalismo de stakeholders» o «triple bottom line» corren el riesgo de vaciarse de contenido, la voz de Pepe se alza clara y coherente, recordándonos que ya en el siglo XVI hubo quienes hablaron con valentía sobre justicia, dignidad laboral, respeto al entorno y economía del bien común.
Hoy, más que nunca, necesitamos recuperar ese espíritu. Y gracias a pensadores como Pepe Fernández del Campo, el legado de la Escuela de Salamanca no solo sigue vivo, sino que vuelve a iluminar el camino hacia un futuro más justo, más humano y profundamente empresarial.
La ética empresarial no es una carga, sino una brújula. Es la luz que orienta a quienes entienden que una empresa no solo debe ser rentable, sino también responsable, solidaria y consciente. En un mundo herido por la desigualdad, la corrupción y el deterioro ambiental, los principios éticos no son opcionales: son urgentes. Son la promesa de un capitalismo más humano, donde los negocios no se hacen a costa de las personas, sino con ellas y para ellas. Porque solo con ética se construye un futuro verdaderamente sostenible.