Aznar, Palestina e Irak: Las Mentiras que Nos Costaron Caro

Aznar, Palestina e Irak: Las Mentiras que Nos Costaron Caro

Las declaraciones de José María Aznar han vuelto a levantar polémica. Recientemente, el expresidente español aseguró que “Palestina no existe”, una afirmación que no solo ignora la historia y la lucha de un pueblo por su autodeterminación, sino que también pone en evidencia su largo historial de alineamiento con las posturas más beligerantes del espectro político internacional.

Pero esta no es la primera vez que Aznar niega una realidad incómoda. Su papel en la guerra de Irak y la mentira de las armas de destrucción masiva son un recordatorio de cómo los discursos políticos pueden moldear el mundo con consecuencias catastróficas.

Negar Palestina: Ignorancia o Cínismo

Cuando Aznar declaró que el Estado palestino “no existe”, no solo faltó al respeto a millones de personas que luchan por su reconocimiento internacional, sino que también contradijo el derecho internacional. Palestina es reconocida como Estado por 140 países y tiene estatus de Estado observador en la ONU.

Sin embargo, las palabras de Aznar no sorprenden. Su alineación con Israel ha sido inquebrantable, al punto de ignorar las violaciones de derechos humanos cometidas contra los palestinos. En 2014, el Congreso de los Diputados de España aprobó por unanimidad una resolución a favor del reconocimiento de Palestina como Estado. Irónicamente, el Partido Popular, bajo el liderazgo de Aznar, apoyó esta medida, aunque ahora el expresidente prefiera fingir que aquello nunca ocurrió.

Esta negación de la realidad tiene implicaciones graves. Rechazar la existencia de Palestina no solo refuerza el sufrimiento de su pueblo, sino que también dificulta cualquier posibilidad de una solución pacífica y justa al conflicto en la región.

Irak y la Gran Mentira de las Armas de Destrucción Masiva

Aznar no solo ha demostrado su desprecio por la autodeterminación de los palestinos, sino que también tiene en su historial una de las decisiones más desastrosas de la política exterior española: la participación en la guerra de Irak.

En 2003, junto a George W. Bush y Tony Blair, Aznar respaldó la invasión de Irak bajo la excusa de que Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva. Sin embargo, aquellas armas nunca existieron. A pesar de la evidencia en contra, Aznar defendió la intervención, ignorando las advertencias de expertos y organismos internacionales.

Las consecuencias de esa guerra fueron devastadoras: centenares de miles de muertos, una región sumida en el caos y el ascenso del Estado Islámico. En 2007, cuando la verdad era ya innegable, Aznar admitió con total desparpajo: “Ahora sabemos que no había armas de destrucción masiva”.

Esa guerra, basada en una mentira, no solo costó vidas, sino que desestabilizó el Medio Oriente y tuvo un impacto directo en la seguridad mundial. Aznar, lejos de asumir responsabilidades, sigue defendiendo su decisión con una arrogancia preocupante.

Un Patrón de Cinismo y Falsedades

El paralelismo entre sus declaraciones sobre Palestina y su actuación en Irak es claro: Aznar manipula la realidad según su conveniencia política e ideológica. Su negación de Palestina es parte de la misma lógica con la que justificó la invasión de Irak: simplificar conflictos complejos, demonizar a unos y exonerar a otros, todo en beneficio de una agenda política.

Su historial lo define: ha sido un peón en los intereses de los sectores más agresivos de la política internacional, con un desprecio absoluto por las consecuencias humanas de sus decisiones. En Irak, su apoyo a la guerra ayudó a desangrar una nación entera. Ahora, su negación de Palestina solo refuerza la narrativa de quienes quieren perpetuar la ocupación y la violencia en la región.

Conclusión: No Olvidemos el Pasado

Las palabras de Aznar importan porque reflejan una política basada en la manipulación y el cinismo. Su legado está marcado por la mentira y la negación de realidades incómodas. Si en 2003 fue cómplice de una guerra injustificable, hoy niega la existencia de un pueblo que lleva décadas luchando por su soberanía.

No debemos olvidar. Aznar representa una forma de hacer política que nos ha costado demasiado. Y si no lo cuestionamos, estamos condenados a repetir los mismos errores.

La historia ya ha demostrado que las mentiras tienen un precio. Pero el problema es que quienes las dicen rara vez son quienes lo pagan.

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