El teólogo y psicoterapeuta Eugen Drewermann ha sido una figura clave en la reflexión sobre el celibato en la Iglesia Católica y su relación con el abuso sexual. A través de su enfoque psicológico, Drewermann no solo cuestiona la teología oficial, sino que también profundiza en cómo las dinámicas emocionales, psicológicas y de poder dentro de la institución eclesiástica pueden contribuir al desarrollo de comportamientos patológicos, como el abuso sexual. Su análisis pone de manifiesto que el celibato no es simplemente una norma religiosa, sino una institución que puede tener consecuencias destructivas para la salud mental de los clérigos y que, a través de la represión de la sexualidad, puede dar lugar a disfunciones profundamente arraigadas.
La Represión de la Sexualidad y sus Consecuencias Psicológicas
Drewermann, a través de su formación en psicología y psicoanálisis, plantea que el celibato impuesto a los sacerdotes católicos es una forma de represión de los instintos naturales. Siguiendo las enseñanzas de Freud y Jung, argumenta que la sexualidad humana no es solo un deseo fisiológico, sino una fuerza emocional profunda que influye en el comportamiento y la psique humana. Cuando se reprime o se niega esta fuerza, no desaparece, sino que se convierte en una fuente de tensión interna que puede manifestarse de manera destructiva.
En su análisis, Drewermann destaca que la represión de la sexualidad en los sacerdotes no solo tiene efectos sobre su vida emocional y personal, sino también sobre su bienestar psicológico. La sexualidad no es una parte aislada de la personalidad; está intrínsecamente conectada con las emociones, los afectos y el sentido de identidad de cada individuo. Negar esta parte esencial de uno mismo, como ocurre en el celibato impuesto, genera una distorsión de la identidad, ya que los sacerdotes se ven obligados a reprimir su sexualidad y a desconectarse de un aspecto fundamental de su ser.
Drewermann señala que la represión sexual puede dar lugar a una «neurosis de la sexualidad», en la que el deseo sexual no desaparece, sino que se transforma en una obsesión o una fijación que, en algunos casos, puede resultar en conductas patológicas como el abuso sexual. En lugar de permitir que los sacerdotes integren la sexualidad de manera sana y equilibrada, el celibato los fuerza a vivir una contradicción interna constante. Esta contradicción se convierte en un caldo de cultivo para la frustración, la ira y el resentimiento, que, en un contexto de poder y autoridad, puede transformarse en abuso.
La Dinámica del Poder y el Abuso Sexual
Uno de los puntos clave en el análisis de Drewermann es la relación entre el celibato, el poder y la sexualidad reprimida. Según él, el abuso sexual en la Iglesia no debe ser visto únicamente como un fenómeno individual de ciertos sacerdotes, sino como el resultado de una estructura institucional que combina el celibato con un sistema de poder jerárquico muy rígido. En este contexto, la sexualidad de los sacerdotes se convierte en un tema no solo reprimido, sino controlado por la jerarquía eclesiástica. Esta dinámica de poder exacerba las dificultades emocionales de los clérigos y crea un entorno propenso para la manipulación y el abuso.
La relación entre el celibato y el abuso sexual es también una cuestión de poder sobre los cuerpos de los demás, especialmente en el contexto de los abusos a menores. Drewermann argumenta que la sexualidad reprimida de los sacerdotes, combinada con el poder que tienen sobre sus feligreses, crea una atmósfera donde el abuso puede ser encubierto y perpetuado. La Iglesia, al promover un sistema de autoridad absoluta, da al sacerdote una posición de poder que se ve reforzada por la falta de límites claros en sus interacciones con aquellos a quienes debe servir. En este contexto, los sacerdotes pueden usar su autoridad para manipular y controlar, lo que facilita los abusos sexuales, especialmente cuando la víctima es vulnerable.
La psicología detrás del abuso sexual, según Drewermann, radica en una «saturación emocional» de la sexualidad reprimida. Este fenómeno ocurre cuando un individuo acumula deseos sexuales no expresados, que finalmente estallan en una forma patológica. Los abusadores sexuales en la Iglesia, entonces, no actúan necesariamente por una «necesidad» de sexo, sino por una «necesidad» de poder. El abuso, según este enfoque, se convierte en una forma de escapar de la presión emocional interna generada por la represión y de satisfacer no solo el deseo sexual, sino también la necesidad de control y dominio.
La Falta de Apoyo Psicológico y la Cultura del Silencio
Otro aspecto que Drewermann critica es la falta de apoyo psicológico adecuado para los sacerdotes dentro de la Iglesia. Al estar inmersos en una cultura que valora la pureza y la perfección espiritual, los sacerdotes no tienen espacio para lidiar con las dificultades emocionales y psicológicas que surgen de la represión sexual. Drewermann sostiene que la Iglesia no solo ha fallado en proporcionar una formación psicológica adecuada a sus clérigos, sino que también ha creado un ambiente donde la vulnerabilidad y los problemas emocionales son vistos como signos de debilidad. En lugar de alentar el autoentendimiento y la aceptación de la sexualidad humana como parte de la vida, la institución ha fomentado el secreto y la ocultación de los conflictos internos.
El «silencio cómplice» que caracteriza a la Iglesia es otro factor crítico en la perpetuación de los abusos. Los casos de abuso no se denuncian, y cuando se hacen, se minimizan o se cubren. La estructura jerárquica, que otorga un poder absoluto a los superiores, dificulta que los sacerdotes reciban la ayuda que necesitan. Esta cultura del silencio refuerza el aislamiento emocional de los clérigos y agrava las tensiones psicológicas. Los abusos sexuales dentro de la Iglesia, por lo tanto, no solo son un resultado de la represión sexual, sino también del sistema que refuerza el secreto y la impunidad.
Hacia una Revisión Psicológica y Espiritual
Drewermann aboga por una reestructuración profunda de la vida religiosa en la Iglesia, que permita a los sacerdotes integrar de manera saludable su sexualidad y su espiritualidad. Propone que el celibato no debe ser una obligación impuesta, sino una opción personal basada en una reflexión consciente sobre la vocación y las necesidades emocionales y psicológicas de los individuos. La Iglesia, según Drewermann, debe ofrecer un enfoque más comprensivo que permita a los sacerdotes abordar sus deseos, emociones y conflictos de manera abierta y respetuosa.
Además, subraya la importancia de una formación integral que incluya aspectos psicológicos y emocionales, no solo teológicos. Esta formación debe ayudar a los sacerdotes a comprender la complejidad de la sexualidad humana y su relación con el amor, el afecto y el deseo, y cómo estos aspectos pueden integrarse en una vida saludable de servicio a los demás. La Iglesia debe reconocer que la represión de la sexualidad y el abuso de poder son problemas que deben ser abordados de manera integral, tanto a nivel personal como institucional.
En conclusión, la relación entre el celibato y el abuso sexual en la Iglesia no es un fenómeno simple ni unidimensional. Según Eugen Drewermann, la represión sexual impuesta por el celibato, combinada con la estructura de poder jerárquico y la falta de apoyo psicológico, contribuye a la creación de un entorno emocionalmente tóxico. Solo a través de una reforma profunda, que incluya una revisión de la relación entre sexualidad, poder y afectividad, se podrá superar la crisis que actualmente enfrenta la Iglesia.