En los últimos días, la política migratoria de España ha alcanzado un punto álgido con la reciente alianza entre el Partido Popular (PP) y Vox. El acuerdo de estos dos partidos, que ya han mostrado sus diferencias ideológicas en diversas ocasiones, marca un punto de inflexión en el tratamiento de la inmigración en el país. En este contexto, el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, ha reiterado que la Comunidad Valenciana no asumirá más migrantes provenientes de Canarias, argumentando que la región ha «rebosado su capacidad» y que, por tanto, «no admitirá más repartos de la migración ilegal que promociona el Gobierno de Pedro Sánchez». Esta postura ha encontrado un eco en Vox, cuyo líder, Santiago Abascal, ha aplaudido públicamente las palabras de Mazón sobre el fenómeno migratorio.
Pero, más allá de los discursos políticos, surge una cuestión ética fundamental que debe ser analizada desde una perspectiva de valores humanos y cristianos, fundamentales para una sociedad que se reconoce plural y diversa: ¿Dónde queda el espíritu del Evangelio, que promueve la acogida, la misericordia y la justicia para con el prójimo, especialmente para aquellos más vulnerables, como los migrantes?
La Misericordia como Pilar del Evangelio
El mensaje central del Evangelio es el de la misericordia y la solidaridad con los que sufren. Jesús enseñó a sus seguidores que “amar al prójimo” es el mayor de los mandamientos, y este amor no debe tener barreras ni fronteras. El Evangelio nos invita a ver en el otro, en el desconocido y en el migrante, no una amenaza ni un enemigo, sino un hermano o hermana que merece nuestra atención, compasión y ayuda. Las palabras de Jesús, «Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, era extranjero y me acogiste», deben ser el faro que guíe la acción cristiana ante la crisis migratoria.
Sin embargo, las recientes declaraciones de Carlos Mazón, apoyadas por Vox, parecen estar en directa contradicción con este mandato evangélico. En lugar de acoger a aquellos que huyen de la pobreza, la guerra o la persecución, se opta por políticas que los excluyen y los rechazan. La lógica de cerrar puertas no es nueva, pero es especialmente preocupante cuando proviene de actores políticos que, en teoría, deberían basar su acción en principios éticos y humanos sólidos. La inmigración, lejos de ser un fenómeno que debe ser tratado como un problema o una carga, debería ser considerado como una oportunidad para practicar la solidaridad y la fraternidad.
El Rechazo y las Alianzas con el Ultra-Nacionalismo
Es especialmente alarmante que esta postura de exclusión se refuerce a través de la alianza con Vox, un partido que ha sido ampliamente criticado por sus posicionamientos xenófobos y ultranacionalistas. Vox, como partido, se ha caracterizado por su discurso de intolerancia hacia las políticas migratorias inclusivas, abogando por una «inmigración cero» y el cierre de fronteras. Esta retórica no solo pone en peligro el bienestar de miles de personas migrantes que buscan una vida mejor, sino que también alimenta un clima de hostilidad y división en la sociedad.
Cuando el PP y Vox se unen bajo estos principios, se crea una coalición que desafía los valores más universales del cristianismo: la acogida, el perdón, y la paz. El Evangelio nos enseña que debemos «amar a nuestros enemigos», y no hacer distinciones entre los que están dentro de nuestras fronteras y los que las cruzan en busca de un futuro más seguro. Este tipo de alianzas entre partidos políticos de derecha y ultraderecha no solo pone en peligro los derechos de los migrantes, sino que también socava los principios fundamentales de justicia social y humanidad.
La Explotación de la Inmigración como Problema Social
Uno de los argumentos recurrentes en las intervenciones de Mazón es que la inmigración ilegal es un «problema» que genera «inquietud social» y que, además, es explotado por «mafias» para hacer negocio. Si bien es cierto que existen organizaciones criminales que se lucran con la migración ilegal, no se puede generalizar este fenómeno como la causa de todos los males sociales relacionados con la inmigración. La criminalización de los migrantes, al etiquetarlos como amenazas o como un lastre para la sociedad, no solo es injusta, sino que también oscurece las verdaderas causas de la migración: la pobreza, la violencia, y la falta de oportunidades.
El enfoque que debe prevalecer es uno de solidaridad y acción humanitaria. En lugar de cerrar puertas y levantar barreras, los países deben trabajar en políticas que favorezcan la integración, la protección de los derechos humanos y la cooperación internacional para abordar las causas estructurales de la migración. Los migrantes no deben ser vistos como un problema, sino como personas que, al igual que cualquier ser humano, buscan una vida digna.
Conclusión: Un Llamado a la Reflexión Cristiana
La alianza entre PP y Vox, con su enfoque excluyente y su rechazo a los migrantes, plantea un desafío directo a los principios cristianos. En un momento histórico en el que la migración se ha convertido en una cuestión global, es más importante que nunca que los cristianos mantengan viva la llama de la misericordia, la justicia y la acogida. Es necesario un cambio en la narrativa política, que pase de la exclusión a la inclusión, del miedo al amor, y de la división a la unidad.
El Papa Francisco, en numerosas ocasiones, ha manifestado su postura sobre la inmigración y la acogida, subrayando que «ningún ser humano es ilegal». En su encíclica Fratelli Tutti, el Papa nos recuerda que «la humanidad es una, y todos debemos vernos como hermanos». Las palabras de Francisco son claras: el Evangelio no permite la indiferencia ante los sufrimientos ajenos, ni justifica la exclusión de los más vulnerables. En este sentido, el Papa ha sido un defensor incansable de los derechos de los migrantes, y sus posiciones han generado una fuerte oposición, especialmente en sectores políticos de extrema derecha. Es sabido que algunos sectores ultraconservadores y xenófobos desean su muerte o su desplazamiento debido a su postura firme y ética frente a estas cuestiones.
La razón detrás de este odio no es más que el rechazo a una visión inclusiva y misericordiosa, que se opone frontalmente a las ideologías que buscan dividir y excluir. Sin embargo, lo que muchos no comprenden es que la verdadera transformación social solo puede lograrse a través de la compasión y la unidad, no mediante el miedo ni el rechazo. Por ello, el Papa sigue siendo un faro de esperanza en un mundo que, a menudo, se ve tentado por el discurso del odio y la polarización. El reto de la humanidad hoy es precisamente ese: seguir su ejemplo, amar al prójimo, sin importar de dónde venga.