La brutalidad con la que la política migratoria de la ultraderecha se ensaña con los más vulnerables ha quedado nuevamente en evidencia. «Por fin te atrapamos». Con esas palabras fue detenida Jeanette Vizguerra, inmigrante mexicana y activista por los derechos humanos, a manos de agentes de ICE en Denver, Estados Unidos. Un mensaje de victoria para quienes desde hace años la querían ver deportada. Un acto de persecución que no es aislado, sino parte de un engranaje global de odio y xenofobia promovido por líderes como Donald Trump en EE.UU. y Santiago Abascal en España.
Jeanette Vizguerra se convirtió en un símbolo de la resistencia migrante durante la era Trump (2017-2021), cuando logró evadir la deportación y desafiar la maquinaria de expulsión masiva que el magnate impuso con su retórica violenta y políticas despiadadas. Ahora, con el regreso de esas mismas prácticas en forma de órdenes ejecutivas que facilitan deportaciones sin garantías jurídicas, Vizguerra ha sido trasladada a un centro de detención, en un proceso que ha causado indignación en su familia y en colectivos pro derechos humanos.
Pero esta historia no se limita a Estados Unidos. La cruzada contra los inmigrantes es una bandera de la ultraderecha global, y en España la formación Vox, liderada por Santiago Abascal, replica el discurso de Trump con una virulencia similar. Abascal y sus seguidores han convertido a los inmigrantes en chivos expiatorios, alimentando un relato de odio que justifica políticas restrictivas y criminalizadoras. Desde pedir la expulsión masiva de indocumentados hasta alentar medidas que limitan los derechos de los migrantes en suelo español, el paralelismo con las políticas de Trump es innegable.
El miedo que siembran estas estrategias tiene consecuencias devastadoras. En EE.UU., la comunidad inmigrante vive en un estado de constante temor desde que Trump reinstauró redadas indiscriminadas, eliminando protecciones en colegios, hospitales e iglesias. En España, Vox propaga su ideario de segregación con discursos incendiarios y propuestas legislativas destinadas a despojar a los inmigrantes de derechos básicos.
Incluso el papa Francisco ha alzado la voz ante esta escalada de odio. El 11 de febrero, el pontífice envió una carta de condena, instando a los obispos estadounidenses a mantenerse firmes en la defensa de los más vulnerables, una declaración que bien podría aplicarse también a España.
Sin embargo, no todos los miembros de la Iglesia están del lado de los oprimidos. En un vergonzoso acto de servilismo, el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz ha lanzado un mensaje subliminal en favor de Vox, traicionando la esencia del Evangelio y alineándose con una formación que promueve el rechazo y la discriminación. Con su actitud cómplice, ensucia el papel de la Iglesia como refugio de los desamparados y convierte el púlpito en una tribuna política al servicio del odio.
La historia de Jeanette Vizguerra no es solo la historia de una mujer enfrentando la maquinaria de deportación estadounidense; es el reflejo de una lucha más amplia contra un modelo político que busca convertir en enemigos a los desposeídos. Es el mismo modelo que, en España, Vox intenta instaurar, con discursos que criminalizan la inmigración y que legitiman la violencia institucional contra quienes solo buscan una vida mejor.
Trump y Abascal representan dos caras de la misma moneda: una ultraderecha que hace del miedo su herramienta de poder. Hoy es Jeanette Vizguerra. Mañana, miles más podrían enfrentar la misma cacería si el discurso del odio sigue ganando terreno.
Como recuerda el Evangelio, la compasión y la justicia deben prevalecer sobre la persecución y la intolerancia:
- «Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis» (Mateo 25:35).
- «No oprimáis al extranjero; vosotros sabéis cómo se siente el extranjero, ya que extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto» (Éxodo 23:9).
- «Aprended a hacer el bien; buscad la justicia, restituid al oprimido, defended al huérfano, abogad por la viuda» (Isaías 1:17).
Frente a la persecución, la respuesta debe ser la solidaridad y la humanidad, valores que los discursos de odio intentan borrar.