“El mitrazo reaccionario: La cruz al servicio de la ultraderecha”

“El mitrazo reaccionario: La cruz al servicio de la ultraderecha”

El golpe suave de la mitra: Alabanza y defensa de la Redacción de Atrio ante el viraje reaccionario de la Iglesia española

La Redacción de Atrio ha hecho lo que muchos medios temen: ha hablado con claridad, sin eufemismos, sin el barniz diplomático que suele envolver las críticas al poder eclesial. Lo ha dicho de frente y sin rodeos: la Iglesia católica española, representada hoy por su presidente Luis Argüello, ha abrazado la ultraderecha sin complejos, sin rubor y sin misericordia.

La claridad es un bien escaso en tiempos de confusión moral. Por eso es tan relevante y tan urgente reconocer lo que ha hecho Atrio: ha escrito lo que muchos piensan pero no se atreven a decir, lo que otros disfrazan con retórica cobarde o silencios cómplices. Ha llamado a las cosas por su nombre. Ha señalado, sin ambigüedad, que el actual presidente de la Conferencia Episcopal Española no actúa como un pastor, sino como un agente político de la reacción.

Luis Argüello no ha cometido un desliz. Ha formulado una estrategia. En sus recientes apariciones —desde entrevistas en ABC hasta actos públicos junto a Santiago Abascal y Miguel Ángel Quintana Paz— ha escenificado el maridaje entre púlpito y pancarta, entre mitra y megáfono, entre dogma y doctrina partidista. Lo que hasta hace poco se consideraba línea roja —la neutralidad de la Iglesia en los procesos democráticos— ha sido dinamitado. Y Atrio ha tenido el coraje de gritarlo.

Porque lo que está en juego aquí no es una disputa entre creyentes progresistas y conservadores. Es algo mucho más serio: el intento de convertir la religión en ariete ideológico, en escudo doctrinal de un bloque reaccionario que no tolera la pluralidad, desprecia la diversidad, niega derechos y se siente autorizado a reconfigurar el espacio público según un catecismo excluyente.

Argüello no es un lobo disfrazado de cordero. Es un cardenal Richelieu en versión cañí, un teólogo de la cruzada cultural que ya no se molesta en fingir imparcialidad. Su participación en actos de Vox, su exigencia de elecciones anticipadas, sus diatribas contra la Agenda 2030, sus silencios cómplices ante los abusos del clero, su respaldo a terapias de conversión… no son ocurrencias sueltas. Son eslabones de una cadena ideológica que lo ubica —de forma inequívoca— en el frente ultraconservador global.

Lo ha dicho con brillante crudeza el profesor Lucio Martínez Pereda —y Atrio ha tenido la audacia de publicarlo—: estamos ante un “golpe de Estado blando”. Sustituyamos al Ejército del 36 por los medios reaccionarios, y veremos que el esquema se repite: deslegitimación del gobierno legítimo, agitación moral, victimismo eclesial, e invocación a un orden superior que no es ni el Evangelio ni la Constitución, sino el viejo nacionalcatolicismo reciclado.

Ante este panorama desolador, la Redacción de Atrio no ha optado por el repliegue, la equidistancia o el susurro. Ha elegido el verbo profético, la denuncia contundente, la palabra libre. Y eso, en un país donde el catolicismo institucional suele ser tratado con reverencia acrítica o con miedo reverencial, es un acto de valentía.

Porque hablar claro en estos tiempos no es solo una opción estilística: es una necesidad democrática. Mientras Argüello convierte el púlpito en tribuna electoral, mientras bendice a ideólogos posfranquistas desde fundaciones reaccionarias, mientras se rodea de apologetas del machismo espiritual y la cruzada moralista, alguien tiene que gritar que el emperador está desnudo. Y Atrio lo ha hecho.

Y lo ha hecho, además, con una conciencia profundamente cristiana. No desde el odio ni desde el resentimiento, sino desde el amor a una Iglesia traicionada por quienes la usan como instrumento de poder y no como espacio de liberación. Desde la fidelidad a un Evangelio que fue buena noticia para los pobres, y no consigna para los poderosos. Desde la lucidez que sabe distinguir entre la espiritualidad auténtica y el delirio teocrático.

La Iglesia de Jesús no pidió elecciones anticipadas. No calló ante los abusos. No criminalizó a los homosexuales. No se sentó al lado de Abascal para planear batallas culturales. La Iglesia de Jesús se hizo carne en los descartados, en los humillados, en los que no tienen voz. Y esa es la Iglesia que Atrio defiende con cada línea, con cada denuncia, con cada acto de coherencia moral.

Estamos, sí, ante un punto de inflexión. Si el episcopado español sigue este rumbo —si la CEE se convierte en apéndice espiritual del bloque reaccionario—, será inevitable abrir el debate sobre sus privilegios, su financiación, sus injerencias y su posición en el Estado. Porque no puede haber democracia madura con una Iglesia que se comporta como partido político, con sotana y subvención.

Por eso este artículo es, ante todo, una alabanza necesaria. Una alabanza a quienes, como Atrio, prefieren perder privilegios antes que perder el alma. A quienes no se arrodillan ante la cruz del poder, sino que la cargan con dignidad. A quienes recuerdan que el Reino de Dios no se construye con decretos ni con eslóganes, sino con justicia, verdad y compasión.

Y al final, ¿quién nos iba a decir que el nuevo mesías de la regeneración nacional vestiría sotana, citaría a Vox como fuente de sabiduría y participaría en cursos clausurados por los enemigos del papa? Nos quedamos tranquilos: ya no necesitamos democracia, ni parlamento, ni medios críticos. Solo hace falta un obispo iluminado, un ideólogo gourmet, un púlpito con micrófono y la cruz bien alta… como antena. España, al fin, ha encontrado su teocracia vintage.

Un comentario en «“El mitrazo reaccionario: La cruz al servicio de la ultraderecha”»

  1. Comparto la preocupación que el artículo expresa por la fidelidad al Evangelio, al Mensaje del Maestro de Nazaret y por lo tanto la denuncia de toda acción o actitud que se aparte de esa fidelidad. Es desde esa óptica que quiero entender su texto y me parece bien que se señalen ejemplos concretos en los que se detecta esa falta de coherencia (que no neutralidad: la Iglesia no puede ni debe ser neutral, guste o no guste al mundo lo que tenga que decir o hacer, y da igual que su crítica caiga mal al poder establecido como a quienes no están en esa poltrona).
    Discrepo, no obstante, con la afirmación de que hay una deriva a la identificación de la Iglesia hacia VOX o la derecha en general; discrepo porque lo que no pocos observamos es precisamente lo contrario y sin embargo no por ello afirmamos que la Iglesia ahora es de izquierdas (no es de izquierdas ni de derechas). Basta para ello que pensemos en los pronunciamientos institucionales de la CEE respecto a las concentraciones por la paz apoyando las que promueven también grupos politicos como UCE, RECORTES 0, etc… Y si se quiere algún botón de muestra más basta con tener en cuenta estos detalles: https://www.vidanuevadigital.com/2023/06/28/la-conferencia-episcopal-se-desmarca-del-nominalismo-de-vox-sobre-la-violencia-machista/ https://murciaplaza.com/murciaplaza/la-diocesis-de-cartagena-reprende-al-pp-y-vox-por-sus-discursos-de-calumnias-y-enganos-en-imigracion y por no hacer largo el listado de apuntes cerraría este comentario con esto: https://www.elnacional.cat/es/politica/cardenal-omella-afirma-iglesia-espanola-no-hara-batallas-hacer-caer-gobiernos_1134095_102.html

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