Gómez Leiva y Christina Moreira: ¿rompen el clericalismo o lo reciclan con mitra nueva?

Gómez Leiva y Christina Moreira: ¿rompen el clericalismo o lo reciclan con mitra nueva?

“Lo que usted piensa es solo lo que usted piensa”, me dice usted, señor Gómez Leiva.
Y tiene razón… a medias. Porque lo que yo pienso no nace del capricho ni del prejuicio, sino de hechos concretos, incoherencias visibles y gestos que hablan por sí solos. Así que permítame insistir: no estamos ante un acto profético, sino ante una reproducción del mismo clericalismo que usted dice querer desmontar. Solo que con otra estética, con nuevos nombres… y con una teología más débil y autocomplaciente.

Usted defiende el gesto de Christina Moreira como si fuera la avanzada de una Iglesia nueva, diversa y horizontal. Pero lo que está por suceder el 24 de junio no es precisamente la fiesta del Reino de Dios. Ese día, Christina Moreira se autoproclamará “obispa” en un acto que combina secretismo, ritualismo vacío y simbolismo clerical… en nombre de la liberación. Difícil saber si estamos ante una ceremonia eclesial o ante un performance político-litúrgico para Instagram.

¿De verdad la “superación del clericalismo” pasa por montarse una mitra en la cabeza, rodearse de un club de autoordenados, y organizar una falsa sucesión apostólica en un velero? ¿De verdad vamos a llamar “Iglesia alternativa” a un grupo que repite los mismos símbolos de poder, pero con túnicas lavanda?

Ironía de ironías: durante siglos, las mujeres han sido excluidas de las estructuras clericales. Y ahora que algunas voces quieren denunciar esa exclusión, la solución que ofrecen es fabricar una estructura clerical paralela… desde fuera, sin comunión eclesial, sin Pueblo de Dios, sin vínculo alguno con lo que llaman “Iglesia patriarcal”.

¿Qué hay más viejo que eso? ¿Qué hay más jerárquico que una “ordenación episcopal” reservada a un grupo cerrado, sin comunidad que la reciba, sin sacramento que la respalde, sin nadie que la necesite salvo los propios autoproclamados?

Y la cosa no termina ahí. Christina Moreira —la obispa electa por sí misma— está casada civilmente con un sacerdote en activo, Victorino Pérez Prieto, quien sigue celebrando misa, predicando y ejerciendo públicamente como si nada pasara. ¿Y esto también es renovación? ¿Esto también lo llamamos profecía?

¿Acaso “desmontar el clericalismo” significa vivir en pareja con un sacerdote mientras él actúa como si viviera en celibato y ella como si fuera obispa? ¿Dónde queda ahí la transparencia, la fidelidad al Pueblo, la coherencia mínima que se exige a cualquier servidor eclesial?

Y usted, señor Gómez Leiva, nos quiere vender esta escenificación como parte de un “sueño de igualdad”. Pero yo le pregunto:
¿Es igualdad cuando un grupo se autoconcede títulos, funciones y autoridad sin ser enviado por nadie?
¿Es justicia cuando se replica el mismo verticalismo simbólico, pero ahora con discurso inclusivo y estética soft?

Esto no es comunidad. Es clericalismo reciclado. Es “sacralización progresista” sin pueblo, sin comunión, sin arraigo. Es teatro litúrgico para convencidos, incapaz de generar más que aplauso interno y confusión externa.

Porque sí, el clericalismo es un cáncer en la Iglesia. Pero se cura con humildad, no con autoordenaciones. Se supera sirviendo, no con báculos de diseño. Cristo lavó los pies, no se los mandó a besar. Y los verdaderos reformadores de la Iglesia —hombres y mujeres— no montaron estructuras paralelas para coronarse a sí mismos, sino que reformaron desde dentro, con obediencia, con paciencia, con santidad.

El gesto del 24 de junio no marca el inicio de una Iglesia nueva. Marca la consagración de una vieja tentación con nuevo marketing: la tentación de creerse especial, exclusiva, sagrada, distinta. Exactamente lo que se venía criticando.

Así que no, señor Gómez Leiva: no se trata solo de lo que yo piense. Se trata de lo que cualquiera puede ver si abre los ojos. Lo del 24 de junio no es profecía. Es parodia. No es servicio. Es autoensalzamiento. No es igualdad. Es clericalismo versión 2.0, con envoltorio inclusivo, pero la misma lógica de siempre.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *