“Ferrol, entre el progreso real de Rey Varela y los coros del apocalipsis de una oposición desfondada”

“Ferrol, entre el progreso real de Rey Varela y los coros del apocalipsis de una oposición desfondada”

Ferrol no necesita magia ni milagros, necesita gestión. Y esa gestión tiene nombre y apellidos: José Manuel Rey Varela. Dos años después de asumir nuevamente la alcaldía con su segunda mayoría absoluta, lo que otros solo sueñan, el regidor ferrolano ha demostrado con hechos –no con lamentos ni titulares– que gobernar es trabajar y no tuitear.

Bajo un sol abrasador y sin necesidad de fuegos artificiales, Rey Varela presentó esta semana un balance tan sólido como el acero de los astilleros que marcaron la historia de esta ciudad. Proyectos en marcha, contratos regularizados, una administración reorganizada y 205 millones de euros movilizados en inversiones y servicios. ¿Qué hace mientras tanto la oposición? Llora, patalea y reparte titulares como si eso fuera un Plan de Gobierno.

El balance del alcalde se sostiene con datos concretos: reorganización administrativa con una RPT nueva en camino, más de cien plazas estabilizadas, 38 empleados incorporados y otros 65 en camino. La maquinaria municipal, esa que antes parecía oxidada, ahora funciona. Y no solo funciona: participa. Desde un buzón de quejas hasta reuniones mensuales con asociaciones rurales, pasando por el Plan de Barrios que baja al terreno real. Sí, ese donde viven los vecinos y no los discursos vacíos.

Y mientras Rey Varela abre Ferrol al mar, transforma barrios, recupera comedores sénior, regula servicios como el SAF con contratos millonarios y firma convenios con la Xunta para regenerar la ciudad, Ángel Mato –ese campeón del derrotismo– se dedica a buscar cifras en las sombras. ¿Un 7,8% de ejecución en 2024? ¿Un 2,1% en 2025? El problema no es que se equivoque, es que confunde los Excel con la realidad.

Mato no hace oposición: hace contabilidad creativa y campaña de nostalgia. El socialista dice que Rey Varela “tiene los peores datos en seis años”. ¿Se refiere a los suyos? Porque si algo caracteriza su etapa es la inacción, las promesas incumplidas y una desconexión absoluta con la calle.

Y luego está Jorge Suárez, siempre al borde del histrionismo político. El exalcalde de las promesas volátiles ahora se presenta como paladín de la ciudadanía, mientras censura conferencias sobre Derechos Humanos con expertos como Xabier Pikaza y Roberto Badenas. ¿Demasiada luz para su concepto de democracia?

No contento con eso, también insultó a un ciudadano en redes sociales, sugiriendo que tenía “varios demonios dentro” y debía beber “muchos grolos de agua bendita”. Ferrol no necesita exorcismos, necesita políticos serios.

Suárez parece creer que cuanto más estruendo personalista haga, más sólido se verá su discurso. Pero la realidad es que su mandato fue un espejismo de izquierdismo superficial y su regreso a la primera línea solo confirma su nostalgia por un protagonismo que Ferrol ya superó.

Y qué decir de Iván Rivas, ese lobo nacionalista que nunca encuentra la salida del laberinto político. El portavoz del BNG repite discurso como si eso fuera sinónimo de coherencia. Habla de un modelo caduco… mientras él representa el fracaso reiterado de un partido incapaz de conectar con la mayoría ferrolana. Legislatura tras legislatura, Rivas ha hecho de la crítica constante su única política.

La realidad es que el BNG, bajo su liderazgo, no solo no ha crecido, sino que ha perdido fuelle y votos. La crítica sin alternativa se convierte en ruido, y el ruido, por muy gallego que suene, no construye ciudad.

Frente a todo esto, Rey Varela sigue. Sin histeria, sin insultos, sin exorcismos ni nostalgias. Con un plan, con proyectos concretos y con una visión: transformar Ferrol desde la estabilidad, la inversión y la acción directa. No se trata de ideología, sino de resultados. No se trata de promesas, sino de obras. No se trata de lo que se dice, sino de lo que se hace. Y Rey Varela lo está haciendo.

Mientras la oposición se hunde en su propio discurso apocalíptico, Ferrol mira al horizonte con un rumbo claro. Por suerte, la ciudad ha optado por un capitán con timón firme y no por náufragos profesionales del “no por defecto”. Porque si algo ha quedado claro estos dos años es que, en Ferrol, gobernar no es teatro. Es compromiso, resultados y futuro. Y ese futuro, con Rey Varela, no tiene vuelta atrás.

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