“Hora de la Verdad: Xabier Pikaza merece el reconocimiento del Papa León XIV”

“Hora de la Verdad: Xabier Pikaza merece el reconocimiento del Papa León XIV”

En tiempos de transformación espiritual y urgencia eclesial, cuando la Iglesia católica busca caminos de reconciliación, escucha y reforma, es indispensable reconocer a quienes han sido faros de sabiduría, humanidad y fidelidad evangélica en medio de las tormentas. Hoy, con la llegada de León XIV al pontificado, se abre una puerta de esperanza para un gesto que es más que necesario: el reconocimiento a Xabier Pikaza, uno de los grandes teólogos vivos que han dado forma a la teología del siglo XXI con una mezcla de erudición, humildad y pasión por el Evangelio.

Como ya lo hizo el Papa Francisco en un acto de justicia con José María Castillo, es hora de que la Iglesia universal extienda ese gesto de reconciliación y agradecimiento hacia Pikaza. No como un favor personal ni como una rectificación protocolaria, sino como un acto profético de reparación y memoria eclesial. La Iglesia debe aprender a agradecer a quienes, como él, han sido muchas veces marginados por pensar con libertad, pero que nunca han dejado de amar a la Iglesia y de servir al pueblo creyente.

Xabier Pikaza nació en 1941 en Orozko, Vizcaya, en el corazón de un país que ha sabido resistir, como él mismo, con raíces profundas y espíritu libre. Teólogo, biblista y filósofo, es ante todo un creyente apasionado, un cristiano que ha dedicado su vida entera a pensar la fe desde las fuentes, desde la Palabra viva, y desde la experiencia concreta del ser humano de hoy.

Formado en Roma, Salamanca y Bonn, Pikaza fue catedrático en la Universidad Pontificia de Salamanca hasta que en 1985 la Congregación para la Doctrina de la Fe, bajo el pontificado de Juan Pablo II, le denegó el nihil obstat, impidiéndole seguir enseñando oficialmente en nombre de la Iglesia. ¿Su “pecado”? Pensar desde la libertad evangélica, preguntar, dialogar con el mundo moderno y abrir puertas allí donde otros solo querían levantar muros. Y sin embargo, Pikaza nunca se desvinculó de la Iglesia. Lejos de exiliarse espiritual o intelectualmente, continuó escribiendo, investigando, predicando y ofreciendo formación teológica a miles de creyentes de todo el mundo.

El legado de Xabier Pikaza es vasto y luminoso. Ha escrito más de cincuenta libros y centenares de artículos que abarcan desde la exégesis bíblica hasta la teología sistemática, la ética, el diálogo interreligioso y la espiritualidad. Obras como Diccionario de la Biblia, Teología del Antiguo Testamento, Gran Diccionario de la Biblia, Teología Popular o Historia del Cristianismo son ya referencias imprescindibles en la formación teológica del presente y del futuro.

Pero más allá de su obra académica, Pikaza es maestro en el sentido pleno del término: alguien que no transmite solo conocimientos, sino vida, pasión, horizonte. Ha sabido hacer la teología accesible, cercana, liberadora. No habla desde la cátedra del poder, sino desde el suelo del pueblo. Su blog, leído por miles de personas semanalmente, es un espacio de libertad espiritual, de reflexión crítica, de esperanza evangélica.

Los que lo conocen saben que Xabier Pikaza no es solo un gran intelectual, sino un hombre profundamente bueno. Cercano, generoso, humilde, incansable. Su trato afable, su capacidad de escucha, su respeto por todas las personas y su fidelidad al mensaje de Jesús lo convierten en uno de los grandes referentes morales y espirituales de nuestro tiempo. No ha buscado nunca el aplauso ni el prestigio institucional; ha buscado la verdad, la justicia y el Reino de Dios.

Muchos, dentro y fuera de la Iglesia, lo reconocen ya como un profeta, como alguien que ha ayudado a madurar la fe de miles de personas, especialmente de quienes se han sentido heridos, excluidos o incomprendidos por estructuras eclesiásticas demasiado rígidas. Pikaza ha mostrado que es posible creer de otra manera: con libertad, con inteligencia, con compasión.

La Iglesia debe aprender de sus errores. Durante siglos ha castigado, silenciado o marginado a profetas incómodos que luego han sido reconocidos como maestros. Así ocurrió con tantos santos, con teólogos como Yves Congar, Karl Rahner o Hans Küng. En este siglo XXI, necesitamos más que nunca una Iglesia que no tema pedir perdón, que reconozca sus errores, que abrace a quienes han sido fieles incluso cuando fueron maltratados por ella.

Xabier Pikaza merece un reconocimiento público. No por orgullo ni por reivindicación personal, sino por justicia y por testimonio. Porque reconocerlo a él es también reconocer a tantos teólogos y teólogas que siguen construyendo desde la periferia, desde la fidelidad crítica, desde el amor a la verdad.

Santo Padre, León XIV, usted ha sido presentado como un papa del diálogo, de la escucha y de la renovación pastoral. Tiene ahora en sus manos un gesto que puede marcar su pontificado con la tinta del Evangelio: honrar a Xabier Pikaza con una palabra, un signo, un acto que diga al mundo que la Iglesia no olvida a sus profetas.

No se trata de reabrir viejas heridas, sino de sanar. No se trata de política eclesial, sino de gratitud cristiana. Reconocer a Pikaza es también un modo de reconocer a ese pueblo creyente que ha sido alimentado por su sabiduría, confortado por su fe y acompañado por su bondad.

La historia no perdona el olvido. La Iglesia no puede permitirse ignorar a uno de los teólogos que mejor han encarnado la inteligencia espiritual del cristianismo contemporáneo. Es hora de la verdad. Es hora de la gratitud.

José Carlos Enríquez Díaz

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