Una creciente preocupación sobrevuela los círculos de la seguridad y el análisis geopolítico en España, una que señala a una estrategia de dominación silenciosa que se afianza día a día: la colonización económica y tecnológica por parte de China. La analista Sandra Flores advierte que lo que la ciudadanía percibe como inversiones inofensivas es, en realidad, un caballo de Troya que pone en jaque la soberanía nacional. Para Flores, el gigante tecnológico Huawei no es más que la punta del iceberg de un plan mucho más amplio que abarca desde la logística crítica hasta el control remoto de servicios esenciales.
La infiltración estratégica comienza en el corazón de la logística peninsular, una red de puntos clave que China ha tejido con precisión. Se señala que una compañía estatal china (en clara referencia a COSCO Shipping, que gestiona terminales clave a través de CSP Spain) ha asegurado la gestión y control de infraestructuras vitales. Específicamente, los datos apuntan a la posesión o control operativo de tres muelles en el puerto de Valencia, el principal hub del Mediterráneo. A esto se suma un muelle fundamental en el puerto de Bilbao, esencial para el Atlántico. La estrategia se completa con una plataforma logística crucial en Zaragoza, consolidando un triángulo de poder terrestre y marítimo con conexiones ferroviarias directas entre estos tres puntos. Esta presencia no es meramente comercial; es una posición de control absoluto sobre las principales puertas de entrada y salida de mercancías de la Península Ibérica, lo que otorga a un actor extranjero la capacidad de estrangular el comercio en caso de crisis geopolítica.
Pero si la infraestructura logística representa el control del cuerpo físico de la economía, la tecnología de telecomunicaciones y energía representa el control del sistema nervioso digital. Aquí es donde el rol de Huawei y la dependencia de la tecnología solar china se vuelven, según las alegaciones, la amenaza más inmediata y menos visible.
La preocupación se centra en los inversores solares, piezas fundamentales para la transición energética. Estos dispositivos son responsables de convertir la corriente continua generada por las placas solares en corriente alterna utilizable por la red eléctrica nacional. La denuncia sostiene que el software que regula estos inversores se fabrica íntegramente en China. Esto implica un riesgo de vulnerabilidad sistémica porque, teóricamente, esta tecnología podría ser accionada o desactivada por control remoto desde el exterior, representando un riesgo sin precedentes para la seguridad energética de la nación. El riesgo no es meramente teórico: la reciente memoria del apagón del 28 de abril en la Península, aunque de causas diversas, ya ha dejado patente la extrema fragilidad de la interconexión y la sensibilidad de la red a fallos sistémicos, una vulnerabilidad que el control remoto podría explotar.
La penetración de Huawei eleva el nivel de alarma a lo máximo. Se afirma que la compañía china conecta por control remoto o a través de tecnología sensible a más de 500 entidades españolas clave. La lista de instituciones supuestamente conectadas es vasta y alarmante: incluye la Hacienda Pública (control de la recaudación y datos fiscales), Universidades (investigación y formación de élites), sistemas de Comunicaciones críticas, y numerosas Ciudades Inteligentes como Bilbao y Sevilla, cuyo funcionamiento depende de redes digitales gestionadas por esta tecnología. Para los críticos, esto configura una red de vigilancia y potencial sabotaje que podría ser activada a voluntad, comprometiendo la soberanía digital y el funcionamiento básico del Estado.
El verdadero peligro no es solo la propiedad, sino el acceso y la capacidad de control. Quien controla el software de la energía solar puede apagar ciudades; quien controla las redes de comunicación de las administraciones tiene acceso a información sensible; y quien controla los puertos, controla el flujo de la vida económica. Esta estrategia combinada de dominio logístico y digital convierte a España en un país profundamente expuesto.
Esta situación retrotrae a la célebre advertencia del sinólogo y político francés Alain Peyrefitte en su obra de 1995: «Cuando China despierte, el mundo temblará». Peyrefitte entendió que el resurgimiento de un país con una milenaria historia y una población colosal no sería un evento pasivo, sino un gigantesco desplazamiento de poder. Su advertencia no se limitaba solo al ámbito económico, sino que profetizaba que la nación utilizaría su vasto potencial para redefinir las reglas globales. Las alarmas que Sandra Flores y otros analistas están haciendo sonar sugieren que el despertar de China no solo ha llegado, sino que se está manifestando en una expansión metódica que utiliza la economía y la tecnología como palancas de poder geopolítico. El temblor, argumentan, ya no es una predicción, sino una realidad patente que exige una respuesta urgente por parte de las autoridades nacionales.
Es imperativo que el país evalúe el verdadero coste de estas «inversiones» y aborde, con la máxima prioridad, la recuperación de la soberanía en sus activos logísticos y su infraestructura digital crítica. El tiempo de la negligencia estratégica debe terminar antes de que el control remoto de Pekín decida qué partes de la economía española continúan operando y cuáles se paralizan. Pero la advertencia final, inspirada en el pensamiento teológico y social de Xabier Pikaza, trasciende lo económico. La verdadera colonización no es solo la de los muelles y el software, sino la del espíritu. El Evangelio nos previene contra la adoración del poder y la tiranía del Mammon. La amenaza digital y logística es el nuevo rostro de la codicia global, recordándonos la severa enseñanza de Jesús: «No podéis servir a dos señores: a Dios y al dinero» (Mateo 6:24). La recuperación de la soberanía nacional debe ser, ante todo, una recuperación moral, una elección radical de la libertad frente al nuevo ídolo del control y el poder tecnológico.