Felipe VI: Un Rey valiente que pone la dignidad y la justicia por encima de la presión política

Felipe VI: Un Rey valiente que pone la dignidad y la justicia por encima de la presión política

En un momento en que la guerra de Gaza divide y fractura a la política española, el discurso del Rey Felipe VI ante la Asamblea General de la ONU ha sido uno de los gestos más nobles y valientes de nuestro tiempo. Frente al ruido, la manipulación y el odio, el Rey ha puesto la verdad y la compasión en el centro, demostrando que la monarquía puede y debe ser portadora de valores cristianos y universales.

Durante su intervención, Felipe VI clamó: “No podemos guardar silencio, ni mirar hacia otro lado, ante la devastación, los bombardeos… ante tantas muertes entre la población civil… Son actos aberrantes que repugnan a la conciencia humana y avergüenzan al conjunto de la comunidad internacional”. Con esta valentía, deja claro que la corona española no es una institución neutral ante el sufrimiento, sino una voz comprometida con la justicia, el derecho internacional y la defensa de la vida.

Resulta especialmente necesario reivindicar que el Rey no cedió ante las presiones de los poderosos ni calló frente al miedo de dividir; eligió la senda del Evangelio: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5,9). En su discurso, Felipe VI reconoció el derecho de Israel a la defensa y condenó el terrorismo, pero también clamó por un fin inmediato de la masacre y defendió la dignidad de cada vida, algo profundamente cristiano y éticamente irrenunciable.

Mientras tanto, la ultraderecha —acostumbrada a instrumentalizar la religión y los símbolos nacionales— ha reaccionado con furia e insultos. Se equivocan quienes tildan de “traición” la postura real: Felipe VI representa el corazón de un país que cree en valores, no en dogmas sectarios ni en alianzas ciegas. Su dolor ante la muerte de inocentes y su llamado a la justicia universal son la mejor vacuna contra los extremismos. Hay que decirlo claro: quien aplaude la violencia o justifica la muerte de inocentes, sea con argumentos religiosos o de Estado, no defiende el Evangelio ni los valores de la Constitución.

El Rey también resaltó la hermandad y el respeto histórico entre España y el pueblo judío, recordando con emoción nuestras raíces sefardíes y la generosidad de España al abrir sus puertas a quienes un día fueron expulsados. Pero esa hermandad no puede tapar la injusticia, ni convertirse en coartada para silenciar el sufrimiento de los palestinos.

En medio de la grieta abierta en el PP y el aislamiento de Ayuso —más cerca de la propaganda de la ultraderecha que del sentir de un pueblo que exige humanidad—, Felipe VI emerge como la voz madura y serena que invita a no “mirar hacia otro lado”. La defensa de los derechos humanos no es ideología ni moda: es el corazón mismo del mensaje de Jesucristo, es la raíz del humanismo y de la civilización europea.

Hoy, España tiene la fortuna de contar con un monarca que no teme decir la verdad, aunque le cueste incomodidades. Porque, como enseña el Evangelio: “La verdad os hará libres” (Juan 8,32). Que cunda este ejemplo: es posible defender a los inocentes, exhortar a rehenes y víctimas, denunciar los abusos y poner la dignidad humana por encima de todo color político o presión internacional.

Queda claro que, ante el drama de Gaza, no caben neutralidades tibias ni amparos en la comodidad de la equidistancia. Felipe VI ha mostrado lo que hoy necesita Europa y el mundo: líderes honestos, íntegros y dispuestos a jugársela por la paz, la justicia y el diálogo.

Asumamos, pues, el reto: sigamos el ejemplo del Rey, defendiendo siempre la vida, la justicia y el Evangelio, incluso cuando el precio sea enfrentarse a los que agitan banderas de odio y violencia. Allí está la verdadera España, la que no calla ante la injusticia, la que se mira en su Rey y encuentra luz, humanidad y coraje.

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