Don Fernando García Cadiñanos: Sembrando Fe con Cercanía y Corazón

Don Fernando García Cadiñanos: Sembrando Fe con Cercanía y Corazón

Querido don Fernando:

Le escribo con el corazón en la mano, como un laico que lo admira y lo respeta profundamente. No soy sacerdote ni religioso, soy simplemente parte de ese pueblo que usted acompaña y que lo siente tan cercano. Y quiero decírselo sin rodeos: usted siempre ha estado al lado de la gente, siempre atento, siempre dispuesto a regalar una sonrisa, una palabra, un abrazo. ¡Eso no se olvida!

Sé que lo que más le preocupa es la transmisión de la fe a los niños y a los jóvenes. Usted mismo lo ha repetido tantas veces: hoy cuesta hacerles ver que la fe puede ser algo bueno, que no es una carga, sino un camino de luz y alegría. Hay tradición religiosa, sí, pero falta convicción, falta identificación, falta entusiasmo.

Y, sin embargo, yo quiero recordarle que la fe no se transmite solo con discursos, sino con gestos de vida. Cuando usted sonríe, cuando escucha, cuando pregunta con interés, cuando se acuerda de la historia de alguien, aunque a veces le falle la memoria, en realidad está transmitiendo fe. Porque la fe es vida compartida, es cercanía, es humanidad.

Los niños y los jóvenes necesitan experimentar eso. Tal vez sea a través del arte, la música, el cine, o incluso en las redes sociales. Tal vez sea en un grupo de amigos, en una salida a la montaña, en una experiencia de servicio solidario. Lo importante es que descubran que creer merece la pena, que la fe es alegría y esperanza, no obligación. Como decía Juan Martín Velasco, la fe solo se transmite como una experiencia viva, no como una fórmula repetida. Y usted lo sabe muy bien.

También sé que le preocupa el futuro de la Iglesia. Usted lo ha dicho con claridad y valentía: el futuro pasa por desclericalizarla. Y tiene razón. No podemos pensar que todo depende del clero. La Iglesia es de todos: sacerdotes, religiosos, laicos y laicas. Todos tenemos que sentirnos corresponsables, todos tenemos que llevar adelante la misión.

Desclericalizar significa abrir espacios, dar confianza, formar, confiar en que el Espíritu sopla en todos los bautizados. Significa dejar que los laicos asuman un papel real, que participen en la evangelización, en la vida comunitaria, en la misión de la Iglesia. Yo, como laico, se lo digo con toda sinceridad: no está solo en esta tarea. Somos muchos los que queremos ayudar, caminar, construir junto a usted. Quizás a veces no sepamos cómo, pero con su guía y su ejemplo podemos dar ese paso.

Lo que más admiro en usted, don Fernando, es su cercanía. Su manera de estar, su humanidad, su capacidad de hacer sentir a cada persona que es escuchada y querida. Ese es su gran don. Esa es la fe hecha carne. Porque lo que toca de verdad el corazón no son las palabras grandilocuentes, sino los gestos sinceros.

Por eso hoy quiero darle las gracias. Gracias por recordarnos que la fe merece la pena, que Dios sigue siendo buena noticia, que creer vale la pena. Gracias por su valentía al impulsar una Iglesia más abierta, más participativa, más corresponsable. Gracias, sobre todo, por ser un pastor cercano, sencillo y humano.

Querido don Fernando, quiero animarle con toda el alma: usted es un gran obispo, un regalo para esta diócesis, un pastor querido y respetado. No lo dude nunca. Lo está haciendo muy bien. Su pueblo lo siente y lo agradece.

Siga adelante, siga sonriendo, siga abrazando, siga preguntando “¿cómo estás?”. Porque usted es, sin duda, el obispo más cercano que hemos tenido en mucho tiempo, y necesitamos que lo siga siendo. Que Dios le bendiga y le dé fuerza para continuar en esta hermosa misión.

Con todo mi cariño y gratitud,

Un laico agradecido

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