«El PSOE de Ferrol lanza piedras desde una casa de cristal»

«El PSOE de Ferrol lanza piedras desde una casa de cristal»

El PSOE de Ferrol, liderado por Rafael Fernández Beceiro, ha cargado con dureza contra el gobierno local de José Manuel Rey Varela, acusándolo de parálisis, de mala gestión y de asfixiar a las familias con subidas de impuestos. El motivo de su indignación es que a mitad de 2025 apenas se ha ejecutado un 5,68 % de las inversiones previstas en el presupuesto municipal. Sin embargo, antes de lanzarse a repartir culpas, convendría que los socialistas hicieran un mínimo ejercicio de memoria y autocrítica, porque lo cierto es que cuando les tocó gobernar a ellos, no fueron precisamente un ejemplo de eficacia.

Durante la etapa anterior, el PSOE no impulsó proyectos relevantes ni dejó huella de una gestión transformadora. Hoy levantan la voz contra la falta de nuevas obras, pero la pregunta inevitable es: ¿qué hicieron ellos cuando tuvieron la oportunidad? La respuesta es incómoda: nada sustancial. La crítica se convierte entonces en un ejercicio de oportunismo político, un recurso fácil para intentar disimular la propia inacción.

La número dos de los socialistas ferrolanos, Montserrat Dopico Malde, es un buen ejemplo de esa incoherencia. Académica y vinculada al ámbito cultural, sin duda con un bagaje respetable en lo intelectual, pero sin experiencia de gestión municipal ni proyectos ejecutados que puedan ponerse sobre la mesa. Su presencia en la candidatura parece más decorativa que operativa. Es legítimo que aporte su visión cultural, pero no basta con eso para dar lecciones de eficacia administrativa. Quien exige resultados debe ser capaz de demostrar primero los propios.

Los socialistas claman ahora contra el incremento del IBI, del precio del agua o de los comedores escolares. Pero esas cargas no aparecieron de repente en 2023: forman parte de una dinámica que ellos mismos no corrigieron cuando tuvieron poder para hacerlo. El discurso de que las familias pagan más y reciben menos se derrumba cuando se repasa su propio legado de promesas incumplidas. Su crítica sobre el superávit municipal tampoco resiste análisis: si sobra dinero en las arcas no es por buena gestión, pero tampoco lo fue cuando a ellos les tocaba ejecutar y tampoco lo hicieron.

La acusación de que Ferrol tiene un “alcalde a tiempo parcial” por la doble condición de regidor y senador resulta otra muestra de hipocresía política. No parece que cuando otros alcaldes de su entorno compatibilizaron cargos al PSOE le pareciera un escándalo. Ahora, en cambio, se aferran a ese argumento para enmascarar su propia falta de liderazgo y de proyectos.

La realidad es que el PSOE de Ferrol se ha instalado en la crítica sin asumir que su propio paso por la alcaldía terminó sin obras de envergadura, sin planificación sólida y sin proyectos nuevos que hoy pudieran mostrar como ejemplo. Acusan a Rey Varela de vivir de la inercia de proyectos heredados, pero ellos no dejaron prácticamente nada que heredar. Hablan de fracaso absoluto, cuando el auténtico fracaso es no haber hecho nada cuando tuvieron en sus manos la oportunidad de cambiar la ciudad.

Resulta especialmente sangrante escuchar a Rafael Fernández Beceiro exigir ejecución de inversiones cuando su partido dejó escapar legislatura tras legislatura sin concretar proyectos que dieran un giro a Ferrol. La crítica es fácil, la gestión mucho menos. Hoy se presentan como salvadores de la ciudad, pero su historial reciente demuestra que no supieron gestionar ni ejecutar.

El PSOE lanza piedras contra Rey Varela desde una casa de cristal. Denuncian parálisis, pero ellos mismos permanecieron inmóviles. Reclaman nuevas iniciativas, pero no dejaron ninguna lista para arrancar. Señalan la carga fiscal, pero jamás plantearon una alternativa seria cuando tuvieron poder. Y su número dos, Montserrat Dopico Malde, encarna esa contradicción: mucha pose cultural y política, pero ninguna acción visible que justifique el discurso de exigencia.

Ferrol merece más, desde luego. Pero lo merece de todos sus representantes. El PSOE debería dejar de jugar al eterno opositor indignado y empezar por explicar por qué no hicieron nada cuando podían hacerlo. De lo contrario, su crítica suena hueca, a propaganda, a una estrategia desesperada por recuperar un protagonismo perdido. Porque mientras se dedican a la retórica, la ciudad sigue esperando hechos. Y los hechos, por ahora, brillan por su ausencia.

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