El abandono en la zona peatonal: un mes con una trampa mortal frente a la indiferencia del Ayuntamiento

El abandono en la zona peatonal: un mes con una trampa mortal frente a la indiferencia del Ayuntamiento

En pleno corazón de la ciudad, donde cada día caminan familias, ancianos, niños y visitantes, se levanta un símbolo de abandono, negligencia y desprecio por la seguridad ciudadana. La fotografía que acompaña este artículo no es un montaje, ni una exageración: se trata de una rejilla rota, un canal abierto en medio de una zona peatonal, un auténtico peligro para cualquier persona que tenga la desgracia de cruzarse en su camino. Y lo más indignante no es solo el estado lamentable de esta infraestructura, sino el hecho de que lleva más de un mes así, sin que nadie del Ayuntamiento haya hecho absolutamente nada para solucionarlo.

Un mes entero. Treinta días en los que cientos de pies han sorteado esta trampa. Treinta días en los que niños corriendo, ancianos caminando con dificultad, personas con carritos de bebé o con movilidad reducida han corrido el riesgo de sufrir un accidente. Treinta días en los que el consistorio ha demostrado que la seguridad del ciudadano no ocupa ningún lugar en sus prioridades.

Una trampa en plena calle peatonal

La imagen habla por sí sola: rejillas desencajadas, hierro torcido, basura acumulada y un hueco abierto que podría atrapar un pie en cuestión de segundos. Esto no es una anécdota menor ni un simple detalle estético. Es una trampa mortal en plena vía peatonal, un lugar donde cualquiera puede tropezar, caer y lesionarse gravemente. Imaginemos por un momento a un niño jugando, a un anciano que apenas puede levantar los pies del suelo, a un turista distraído mirando su móvil: basta un instante para que esta negligencia termine en un accidente serio.

Y lo más insultante es que todos lo vemos, todos lo sabemos, todos lo esquivamos. Es decir, no se trata de un desperfecto oculto en un rincón olvidado: está ahí, en el corazón de la zona peatonal, visible, a la vista de cualquiera… incluido el propio Ayuntamiento.

Un mes de silencio cómplice

Lo verdaderamente escandaloso es el tiempo transcurrido. Un mes entero en el que los responsables municipales han mirado hacia otro lado. Un mes en el que no ha habido ni una sola reparación, ni una valla protectora, ni un aviso preventivo, ni siquiera un miserable cartel de advertencia. Nada. Silencio administrativo, silencio político, silencio cómplice.

¿Qué se necesita para que actúen? ¿Acaso tiene que ocurrir una desgracia? ¿Hace falta que un niño tropiece y se golpee la cabeza, que un anciano termine con una pierna rota, que alguien acabe en urgencias, para que las autoridades despierten de su letargo? El Ayuntamiento prefiere esperar al accidente antes que prevenirlo. Esa es la dura realidad que nos escupe esta imagen.

Indignación ciudadana

Los vecinos y comerciantes de la zona llevan semanas quejándose, denunciando, alzando la voz. Pero sus reclamaciones se pierden en la maraña burocrática del Ayuntamiento, donde la incompetencia se disfraza de trámites y la negligencia se justifica con excusas. Mientras tanto, el canal sigue abierto, como una herida en la calle que supura abandono.

No hablamos solo de estética urbana ni de pequeñas molestias: hablamos de seguridad, de dignidad y de respeto hacia quienes pagan impuestos para tener calles seguras, no trampas urbanas. La indignación no es gratuita: es el resultado de la desidia prolongada, del desprecio hacia la ciudadanía, de la incapacidad de un consistorio que se llena la boca hablando de modernización, sostenibilidad y smart cities mientras es incapaz de colocar correctamente una rejilla.

El peligro diario

A veces olvidamos que la ciudad está llena de pequeños detalles que hacen la vida segura o peligrosa. Una baldosa rota, un bordillo mal colocado, una rejilla como la de la foto. Estos “pequeños” desperfectos son los que marcan la diferencia entre un paseo tranquilo y una caída con consecuencias graves. Y en este caso, el Ayuntamiento está jugando con fuego, ignorando un riesgo evidente.

Resulta paradójico que se gasten millones en campañas de imagen, en anuncios y en discursos vacíos sobre el “bienestar ciudadano”, mientras lo más básico —mantener en buen estado las calles— se deja de lado. ¿De qué sirve presumir de ciudad moderna si no somos capaces de caminar por nuestras propias calles sin miedo a tropezar en una trampa?

Una responsabilidad ineludible

La responsabilidad aquí es clara e ineludible: el Ayuntamiento es el encargado del mantenimiento del espacio público. No hay excusas posibles. No es culpa de los vecinos, no es culpa de la lluvia, no es culpa del azar. Es culpa directa de quienes deberían cuidar las calles y prefieren dejarlas deteriorarse hasta convertirse en un peligro.

Cada día que pasa sin que se repare esta rejilla es una prueba más de que el consistorio ha decidido abandonar a los ciudadanos. Cada día que pasa sin solución es una bofetada al sentido común y una falta de respeto a la seguridad de todos.

Basta de negligencia

Este caso debe servir como ejemplo de lo que no puede volver a ocurrir. No es aceptable que una infraestructura básica permanezca dañada durante tanto tiempo. No es aceptable que el Ayuntamiento viva de espaldas a los problemas reales de la gente. No es aceptable que se juegue con la seguridad ciudadana como si fuera un detalle menor.

El mensaje es claro: basta de negligencia, basta de indiferencia, basta de mirar hacia otro lado. Queremos calles peatonales seguras, transitables, una ciudad que respete a quienes la habitan. Y queremos que el Ayuntamiento cumpla, de una vez por todas, con la obligación más básica de cualquier institución: cuidar a sus ciudadanos.

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