Una Voz que Abrió Puertas: El Legado del Papa Francisco según Mons. Francisco Prieto

Una Voz que Abrió Puertas: El Legado del Papa Francisco según Mons. Francisco Prieto

En estos días en que la Iglesia peregrina en la tierra contempla con gratitud la Pascua definitiva del Papa Francisco, resuena con especial fuerza el testimonio emocionado y lleno de fe de Mons. Francisco Prieto, arzobispo de Santiago. Sus palabras, sencillas y verdaderas, dibujan con hondura el perfil de un pastor que vivió su vocación como una entrega total, con los ojos fijos en Cristo y los brazos siempre abiertos al mundo.

El Papa Francisco buscó siempre ser una voz del Evangelio, con naturalidad y cercanía”, ha dicho Mons. Prieto. Y en esta expresión resplandece la esencia del pontificado que acabamos de despedir: una voz sin artificios, que no se impuso por el volumen, sino por la profundidad con que tocó los corazones; una voz que no gritó desde los palacios, sino que susurró esperanza desde los umbrales donde habita el dolor humano.

Para Mons. Prieto, el Papa fue sobre todo un pastor que buscó el corazón de los sencillos, un hombre que supo ver lo invisible, que no temió mancharse las manos tocando las llagas de Cristo en las periferias, en los abandonados, en los descartados. A través de él, se abrió un tiempo nuevo para la Iglesia, un tiempo donde la alegría del Evangelio se hizo cercana, tangible, encarnada en gestos concretos y en palabras cargadas de misericordia.

Cada Papa deja una huella única, una impronta que queda grabada en la historia espiritual de la humanidad. Y Mons. Prieto, con la serenidad del que contempla la obra de Dios en el tiempo, ha subrayado cómo en el Papa Francisco descubrimos a ese Pedro, pastor cercano, que no se parapetó tras los muros, sino que abrió las puertas de la Iglesia y caminó hacia aquellos que se sentían lejos, para decirles que estaban cerca.

En su Pascua definitiva, el Papa Francisco ha cumplido plenamente la misión que le fue confiada: servir a Dios y a la Iglesia en este cambio de época. No fue un pontífice de estrategias ni de estructuras; fue un testigo de la esperanza, un sembrador de puentes, alguien que puso la esperanza en el centro de una humanidad que necesita puentes y no tensiones. Hoy, mientras celebramos su tránsito a la vida plena, oramos con esperanza. Porque el que fue pastor en la tierra, ahora canta eternamente la gloria del Cordero.

Para Mons. Prieto, la muerte del Papa no es un cierre, sino un envío. Su modo de vivir el Evangelio no termina, sino que suscita en la Iglesia una llamada a la fidelidad, al testimonio valiente, al amor sin fronteras. Nos deja el reto de continuar esa Iglesia en salida, que no teme equivocarse si ama, que no se encierra en su propio reflejo, sino que va al encuentro del que está solo, herido o perdido.

Y es que en estas palabras del arzobispo de Santiago hay algo más que un homenaje. Hay un eco de compromiso, un anuncio pascual, una invitación a vivir también nosotros esa cercanía transformadora del Evangelio. Porque la Pascua del Señor no es sólo la suya, la de quien fue llamado Francisco y supo descalzarse ante la dignidad de cada persona. Es también la Pascua que nos toca vivir a nosotros, Iglesia que camina en la historia, Iglesia que escucha, que acoge, que reza y que sirve.

En esta hora, Mons. Prieto alza la voz no para cerrar un capítulo, sino para abrir ventanas. Y lo hace con la convicción de quien cree en la promesa del Resucitado. Porque en esta Pascua definitiva del Papa Francisco, la Iglesia no queda huérfana: queda impulsada. Queda más unida. Queda más llamada a ser, como él lo fue, una presencia de Cristo vivo en medio del mundo.

Y así, desde Compostela —donde cada paso lleva a la tumba de un apóstol que también dio su vida por el Evangelio—, el arzobispo Francisco Prieto nos recuerda con fe serena: quien vivió para acercar a Cristo, ahora vive en Él. Y nosotros, con esperanza, seguimos caminando.

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