“El Pastor que Anhelamos: El Papa Según el Evangelio y la Teología Contemporánea”

“El Pastor que Anhelamos: El Papa Según el Evangelio y la Teología Contemporánea”

En un mundo marcado por crisis de confianza, polarización y una creciente distancia entre la Iglesia y la vida cotidiana de millones, la figura del Papa se vuelve crucial no solo como líder institucional, sino como símbolo profético de comunión, misericordia y esperanza. ¿Qué tipo de Papa necesitamos hoy? La respuesta, a la luz del Evangelio y de la teología contemporánea, no se encuentra en estrategias de poder, sino en una fidelidad radical al estilo de Jesús.

Un Papa en clave evangélica

El Evangelio no ofrece una “ficha técnica” para el liderazgo papal, pero sí revela con claridad el perfil del verdadero pastor. Jesús se presenta como el Buen Pastor, no como un monarca distante, sino como alguien que conoce a sus ovejas, las llama por su nombre y da la vida por ellas. La figura papal, en su forma más auténtica, es continuación de ese pastoreo: un hombre que se vacía de sí mismo para ponerse en camino con el pueblo de Dios, especialmente con los más pobres y excluidos.

La primacía que Jesús ejerce no es de dominación sino de servicio. “El que quiera ser el primero, que sea el servidor de todos”. Esta inversión de valores redefine el poder como diakonía: servicio incondicional al Reino de Dios. Por eso, el Papa que necesitamos no es un administrador del statu quo, sino un servidor con olor a oveja, con lágrimas por la injusticia y con las manos sucias de tanto levantar caídos.

Una teología que inspira

Teólogos contemporáneos han sido claves para repensar la figura papal. Karl Rahner imaginó una Iglesia más mística, libre de poder institucionalista. Hans Küng cuestionó la infalibilidad papal como obstáculo para la reforma. Leonardo Boff denunció el clericalismo como contradicción del Evangelio. Serena Noceti y Christoph Theobald promueven una Iglesia sinodal, donde la escucha del pueblo es camino teológico.

A ellos se suma Xabier Pikaza, quien propone una desmitificación del papado. Según Pikaza, el futuro de la Iglesia no depende de un Papa poderoso, sino de comunidades que vivan el Evangelio con libertad y compromiso. Su voz llama a superar el modelo imperial del pontífice, para recuperar la figura de un hermano que acompaña, no que gobierna desde arriba.

Desde esta visión, el Papa que anhelamos no es un solista en un escenario, sino parte de una sinfonía en la que todo el pueblo de Dios tiene voz. Su papel no es decidirlo todo, sino garantizar que todos puedan caminar juntos, discerniendo los signos del Espíritu.

Francisco, una señal de cambio

El Papa Francisco ha encarnado muchos de estos valores. Su estilo pastoral, sencillo y profético, ha roto esquemas. Ha propuesto una Iglesia “en salida”, una Iglesia hospital de campaña, cercana a los heridos de la historia. Su énfasis en la misericordia, la justicia social y la ecología ha conectado con el Evangelio vivido.

No obstante, incluso él ha reconocido los límites del modelo actual. Ha impulsado reformas, pero también ha encontrado resistencias internas. Su mayor legado quizás no sea lo que ha hecho, sino lo que ha iniciado: un proceso de conversión pastoral que no depende de un hombre, sino del caminar sinodal de toda la Iglesia.

El perfil que anhelamos

A la luz del Evangelio y la teología contemporánea, podemos imaginar el rostro del Papa que necesita la Iglesia hoy:

  1. Un profeta del Reino, que hable claro, que incomode a los poderosos y anuncie la esperanza a los pequeños.
  2. Un hombre de comunión, que escuche, que una, que abrace la pluralidad sin miedo.
  3. Un testigo de alegría, que viva el Evangelio con libertad, cercanía y ternura.
  4. Un servidor humilde, que no busque el prestigio, sino la autenticidad del Evangelio.
  5. Un animador del Espíritu, que confíe en la comunidad más que en las estructuras, y que abra caminos sin cerrar puertas.

¿Quién podría encarnar este perfil?

Entre los cardenales actuales, algunos se destacan por su sensibilidad pastoral y su cercanía al estilo de Francisco. Matteo Zuppi, Luis Antonio Tagle, Jean-Claude Hollerich y Michael Czerny representan diferentes rostros de una Iglesia más sinodal, pobre y profética. Pero todos, más allá de sus orígenes, deberán asumir un papel que no repita lo viejo, sino que permita crecer lo nuevo.

¿Y el asturiano Ángel Fernández Artime?

Entre estos posibles candidatos, llama la atención el cardenal Ángel Fernández Artime, asturiano, salesiano, y Rector Mayor de los Salesianos hasta el 25 de marzo. Su elección como cardenal por parte del Papa Francisco —sin ser obispo ni parte de la curia— ya fue un gesto disruptivo. Artime tiene una trayectoria de liderazgo mundial, desde la cercanía a los jóvenes y a las periferias, y con una fuerte dimensión misionera.

Su estilo es sencillo, pastoral, profundamente humano. Su formación salesiana lo ha hecho trabajar en ambientes multiculturales y complejos, siempre con una opción clara por la educación, la juventud y la inclusión. No ha hecho declaraciones estridentes sobre grandes temas, pero ha mostrado coherencia evangélica en su actuar.

Respecto al papel de la mujer, su experiencia en comunidades salesianas —donde muchas laicas han sido líderes vitales— sugiere sensibilidad hacia una Iglesia menos clerical y más corresponsable. Aunque no ha promovido públicamente debates doctrinales, sí ha vivido en entornos donde las mujeres han sido protagonistas en la misión eclesial.

¿Reúne el perfil del Papa que anhelamos? En muchos sentidos, sí. Su liderazgo no viene del poder, sino de la experiencia de acompañar. No es un político de la curia, sino un pastor del pueblo. Y eso, en esta hora de la historia, es más necesario que nunca.

Conclusión

El Papa que necesitamos no es un superhombre, sino un hermano mayor, un servidor del Evangelio, un testigo humilde del Reino. El perfil delineado por el Evangelio y por la mejor teología de nuestro tiempo nos invita a mirar no al poder, sino al Espíritu. Y quizás, entre los muchos nombres, surja uno inesperado, como el de aquel asturiano con alma misionera, que camina al ritmo del pueblo, con la ternura de Don Bosco y la esperanza del Evangelio vivo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *