“Con Franco se vivía mejor… si eras hombre, rico y obediente”

“Con Franco se vivía mejor… si eras hombre, rico y obediente”

Quienes afirman con nostalgia que “con Franco se vivía mejor” omiten —o prefieren olvidar— que aquello no fue una época de orden y prosperidad, sino de miedo, miseria, represión y silencio. Bajo la dictadura franquista, España fue un país donde la libertad estaba secuestrada, los derechos eran privilegios reservados a unos pocos, y las mujeres vivían bajo un sistema legal y social que las relegaba al papel de ciudadanas de segunda.

La dictadura machista: una cárcel para la mujer

En el franquismo, las mujeres no eran sujetas de derechos, sino propiedad del Estado y, sobre todo, del marido o del padre. El Código Civil las situaba bajo la figura del “varón cabeza de familia”. Necesitaban el permiso marital para firmar contratos, abrir una cuenta bancaria, trabajar, heredar o incluso viajar. Eran menores de edad legales hasta que un hombre las autorizaba.

El ideal franquista de mujer era el de madre abnegada, esposa sumisa y devota religiosa. No existía el divorcio. La educación femenina estaba orientada al hogar. La Sección Femenina del Movimiento Nacional enseñaba cocina, costura y obediencia. Textualmente, afirmaban que “el marido debe ser para la mujer lo que Dios es para el cristiano: el que no se equivoca nunca”.

Las que se salían del molde —las que hablaban, decidían, discrepaban— eran castigadas social y, muchas veces, legalmente. El adulterio femenino era delito, el masculino no. La violencia machista era un asunto privado. La mujer no podía denunciar abusos del marido. Y si quedaba embarazada sin estar casada, la vergüenza recaía únicamente sobre ella.

¡Ser mujer en la España franquista era vivir vigilada, tutelada, anulada!

No era orden: era represión

Los apologetas del franquismo suelen aludir a que “no había tanto desorden”, que “la gente respetaba más”, que “había seguridad”. Lo que había era miedo. El Estado controlaba todo: prensa, radio, libros, enseñanza. Había listas negras, presos políticos, torturas. La homosexualidad era ilegal. La discrepancia, castigada. Se fusilaba por ideas.

La represión llegaba incluso a las casas. Muchas familias evitaban hablar de política ni siquiera en la intimidad del hogar, por temor a ser escuchadas desde la calle. El miedo era tan cotidiano que el silencio se convirtió en una forma de supervivencia. La sombra de la denuncia o la delación siempre estaba presente.

Más de 100.000 personas siguen enterradas en fosas comunes. No se trataba solo de represión política: era una forma de imponer un modelo social reaccionario que excluía todo lo que no encajara en la España “una, grande y libre” de Franco.

El “progreso” que llegó tarde, mal y con dolor

Otro de los argumentos recurrentes es que con Franco se creó una clase media, que se construyó vivienda, que se comía mejor. Esa supuesta bonanza no llegó hasta finales de los años 60, y solo tras décadas de autarquía que sumieron al país en el hambre y el atraso. Cuando Europa ya estaba en pleno desarrollo, España seguía con cartillas de racionamiento.

El “milagro económico” vino gracias a la inversión extranjera, el turismo y la emigración masiva de trabajadores españoles al exterior. No fue un mérito del régimen, sino una rectificación forzada de su aislamiento. Y aún así, el crecimiento fue desigual y no trajo consigo libertades. Se creció en PIB, pero no en dignidad.

Democracia no es dictadura, por más que griten

Es insultante comparar la democracia actual con la dictadura franquista. Hoy, cualquier ciudadano puede criticar abiertamente al gobierno, crear un partido político, manifestarse, votar, informarse libremente, o cambiar de ideas sin miedo a ser detenido. En una dictadura, todo eso está prohibido. Bajo Franco, no existían elecciones libres, ni prensa independiente, ni sindicatos reales.

Decir que ahora “también estamos en una dictadura” porque no gusta un resultado electoral o porque hay leyes con las que se discrepa es una forma irresponsable y peligrosa de blanquear el autoritarismo. Significa no entender lo que realmente es vivir sin derechos, sin voz y sin opciones.

¿Con Franco se vivía mejor?

Solo si eras un hombre heterosexual, obediente, católico practicante y no te metías en política. Si eras mujer, pobre, diferente, rojo, vasco, gay, librepensador, sindicalista o simplemente crítico, vivías bajo amenaza, vigilancia o silencio.

No. No se vivía mejor. Se vivía con miedo. Se vivía en blanco y negro. Y se vivía sabiendo que cualquier paso en falso podía costarte la vida, el trabajo o la libertad.

España hoy tiene mil defectos, pero es libre. Las mujeres ya no necesitan permiso para ser ciudadanas plenas. La historia no puede retroceder, por mucho que algunos quieran maquillarla.

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