Si alguien creía que el celibato, las sotanas y los Evangelios eran cosa de recogimiento y sobriedad, es que aún no ha leído el último culebrón eclesial protagonizado por la ya famosa sacerdotisa gallega Cristina Moreira, su marido el cura Victorino Pérez Prieto, y ese inefable notario de los milagros pop-teológicos, José Manuel Vidal, de Religión Digital (más conocido en ciertos círculos como el Jorge Javier Vázquez de la espiritualidad progresista). Sí, amigos y amigas: aquí no estamos ante una simple historia de vocación tardía o lucha espiritual. No. Aquí hay amor, teología, cenas significativas, jerarquía papal en off, diálogos con obispos franceses proféticos, hijas que aplauden ordenaciones, y una liturgia de la emoción que haría llorar hasta a una figura de yeso del Niño Jesús. Todo ello narrado, cómo no, en un tono que alterna lo místico con lo folletinesco, como si a Santa Teresa le hubieran hackeado el diario y lo hubiera editado Ana Rosa Quintana.
Cristina, desde niña, ya tenía sueños de grandeza litúrgica. Mientras sus amigas jugaban a las casitas, ella montaba capillitas en la cocina, consagraba galletas María y lavaba los pies de las muñecas. “Pasión”, dice. “Vocación”, susurra. “¡Montaje!”, gritaría alguno si esto lo viera en TikTok. Pero lo realmente digno de reality-show viene después: la ordenación a escondidas, en Florida (el estado, no el bar), porque claro, en España no hay parroquia para tanto empoderamiento. ¡Ah! Pero no fue sola: la acompañaba una comunidad, una causa, una fe… y un marido cura, que es como tener tu propio spin-off romántico dentro de la saga espiritual.
Victorino Pérez Prieto, teólogo de prestigio (según él mismo y algún que otro blog), fue el primer cura que “la escuchó sin juzgar”. Y ¡zas! brotó el amor entre responsos. “Era de esperar que un compartir de esta catadura nos uniera más que cualquier otro lazo”, dice Cristina. Lo que viene siendo una misa de almas gemelas con un plus de incienso emocional. Se conocieron, se miraron profundamente a los ojos con una Biblia en medio y surgió la chispa. Una historia de amor de esas que Vidal narra como si le hubiera dictado el guion un ángel con formación en dramaturgia. Y todo esto en una comunión que no es sólo litúrgica, sino mística, revolucionaria, y, por supuesto, apta para boletín parroquial alternativo.
Y ahora… ¡súbele el volumen al órgano! Porque parece ser que el próximo 24 de junio Cristina será nombrada obispa. Sí, sí, como lo lees. Ni víspera de San Juan ni noche mágica: lo que se viene es una sacudida episcopal en clave femenina. Y no sólo eso… se rumorea que podría ser ella misma quien, en un giro épico que haría que la Curia se atragante con las hostias, ordene obispo a Victorino. El patriarcado eclesial, si no estaba ya nervioso, ahora directamente se le va a caer el solideo al suelo.
La jerarquía, por supuesto, no ha dado su bendición explícita, pero tampoco ha enviado rayos desde el Vaticano. Algunos “cardenales emocionados” la escuchan y hasta se “quedan sin certezas”. No sabemos si eso significa que le darán parroquia o simplemente les entró hambre y ganas de ir a alguna de esas reuniones litúrgicas que Cristina organiza donde no falta el pan, el vino… y las lágrimas. Y mientras tanto, el Papa Francisco, tan cercano y primaveral, no la recibe. Cristina se lamenta: “Tengo tanto que decirle, incluso de parte de Jesús”. ¿De parte de Jesús? ¿Acaso ha vuelto en WhatsApp celestial y ha elegido a Cristina como embajadora plenipotenciaria? Alguien avísele a Roma que en Galicia ya se están tomando decisiones a nivel trinitario.
Y no podemos cerrar esta tragicomedia espiritual sin darle su minuto de gloria a José Manuel Vidal, que ha convertido Religión Digital en un cruce entre el Boletín Parroquial y Lecturas. Lo suyo no es informar, es evangelizar desde el drama. Cada historia que publica parece escrita para ser adaptada por Netflix bajo el título: “Sacerdotisa: Amor, Herejía y Empanada”. ¿Informar sobre la sinodalidad? ¿Debatir sobre la Eucaristía? ¡Qué va! Es mucho más rentable publicar historias donde el clero se enamora, se autoproclama y luego se sientan todos juntos a compartir el pan y las lentejas. Lo que pasa en la Comunidade do Home Novo no se queda en A Coruña: se exporta en primicia a titulares virales.
Así concluye nuestra protagonista: “Algo me dice que falta poco, que se está acelerando el proceso”. Pero no sabemos si se refiere al reconocimiento del sacerdocio femenino, a la segunda venida de Cristo o al próximo capítulo de esta saga con olor a incienso, pero también a tarta de Santiago. Lo que está claro es que si Dios no actúa rápido, José Manuel Vidal lo narrará igual, pero con música de fondo y foto en portada. Total, ya estamos metidos hasta el alba en la nueva era del evangelio con spoilers.
Lo que inspira esta pobre mujer es lastima ¿no?
Parece que ha perdido la razón y, en estos tiempos en los que creerse Napoleón o actuar como sin un perro fuese tu hijo es lo más normal, pues no hay nadie para decírselO.
Me pregunto ¿no tienen (tenemos) alguna responsabilidad quienes le rodean?