«Gracias, Manuela González Aguilera: El Sacerdocio de Todos los Bautizados»

«Gracias, Manuela González Aguilera: El Sacerdocio de Todos los Bautizados»

En estos días recibí un mensaje profundamente sentido y lleno de fe en mi muro, escrito por Manuela González Aguilera. En él, comparte su experiencia personal como madre cristiana, su preocupación por el alejamiento de muchos hijos del camino de Dios, y su alegría por haber encontrado en el grupo de oración de las Madres Mónicas un espacio de consuelo, oración y comunión. Su testimonio, como el de tantas madres creyentes, me ha tocado el corazón, y quiero responder con estas palabras que nacen de la gratitud, la reflexión y también de una convicción: todos los bautizados hemos recibido una vocación sacerdotal que vale la pena redescubrir.

Querida Manuela:

Gracias por compartir desde lo más profundo de tu corazón ese testimonio tan vivo y lleno de fe. Tus palabras son bálsamo, y al mismo tiempo, una llamada poderosa a redoblar la oración, la esperanza y el compromiso cristiano, especialmente por nuestras familias. Qué gran regalo nos haces al hablarnos de las Madres Mónicas, de vuestra fidelidad a la oración, de vuestra intercesión constante y confiada.

Leyéndote, no puedo dejar de pensar en un don que muchas veces olvidamos: el sacerdocio que todos recibimos en el Bautismo. Sí, es cierto que hacen falta vocaciones al ministerio ordenado —sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas—, pero también es urgente redescubrir y vivir con plenitud el sacerdocio común de todos los fieles. Porque la Iglesia no se construye solo desde el altar, sino también desde cada hogar, cada corazón orante, cada madre que reza por sus hijos.

San Pedro lo dice con fuerza en su primera carta: “Ustedes son linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido por Dios” (1 Pedro 2,9). Es decir, todos los bautizados estamos llamados a ser puentes entre Dios y el mundo, a ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios (1 Pedro 2,5), a interceder, a anunciar, a vivir con coherencia y entrega.

Querida Manuela, tú y todas las Madres Mónicas estáis ejerciendo, de forma preciosa y concreta, ese sacerdocio común: presentáis a Dios la vida de vuestros hijos, ofrecéis lágrimas, súplicas, amor, fe… y eso llega al cielo como incienso. Sois testigos y sacerdotisas en vuestras casas, en vuestras parroquias, en cada oración.

La falta de vocaciones sacerdotales es un desafío, sí. Pero hay esperanza cuando hay comunidades como la vuestra, donde se ora con fe, se ama con profundidad y se cree en la acción transformadora de Dios. Y quién sabe si de esas oraciones no nacerán futuras vocaciones al sacerdocio ministerial, precisamente porque antes hubo madres fieles que ofrecieron, calladamente, su sacerdocio bautismal.

Sigamos construyendo Iglesia desde todos los frentes: desde los altares y desde las cocinas, desde los púlpitos y desde los rosarios rezados junto al fuego del hogar. Todos somos necesarios. Todos tenemos una misión. Todos, en Cristo, somos sacerdotes.

Gracias de corazón por recordárnoslo con tu testimonio.

Con cariño y gratitud,
José Carlos Enríquez

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