Francisco resurge en la Plaza de San Pedro: entre la fragilidad del cuerpo y la fuerza de su revolución pendiente»

Francisco resurge en la Plaza de San Pedro: entre la fragilidad del cuerpo y la fuerza de su revolución pendiente»

Roma despertó con sol y con sorpresa. En una mañana de abril cargada de simbolismo, el Papa Francisco reapareció públicamente en silla de ruedas en la Plaza de San Pedro, para presidir la misa del Jubileo de los Enfermos. La imagen fue poderosa: el Pontífice, visiblemente debilitado pero con un rostro sereno y feliz, se plantó en el altar, saludó a los fieles con voz ronca pero firme, y bendijo con gestos pausados pero decididos. Frente a él, miles de peregrinos lo ovacionaron con emoción, entre ellos Rino Fisichella, notablemente conmovido.

No han sido pocas las voces que lo daban por acabado. Algunos rezaban —literalmente— por su muerte. Otros, con tono más político que espiritual, aseguraban que al Papa “le queda un telediario corto”. En las últimas semanas, su internación en el hospital Gemelli avivó rumores y especulaciones sobre su salud y su capacidad para seguir liderando la Iglesia. Pero Francisco volvió. Con humildad, sin ocultar su fragilidad, y con ese estilo tan suyo que incomoda a los sectores más conservadores y moviliza a los más comprometidos con una Iglesia abierta, solidaria y humana.

La imagen histórica de un Papa vulnerable

El gesto de presentarse en silla de ruedas y no esconder su debilidad física encierra, paradójicamente, una fuerza inmensa. En una institución marcada por siglos de liturgia solemne, tronos dorados y figuras casi divinas, la presencia de un Papa anciano, enfermo, pero presente, rompe moldes y paradigmas. Francisco no dramatiza ni disimula. Camina —o se deja llevar— al ritmo de sus fuerzas, y convierte esa fragilidad en un signo de cercanía con los que sufren.

Esa coherencia entre el mensaje y el cuerpo es parte del legado que ya deja. Un legado que incomoda a quienes preferían la verticalidad inapelable de un Juan Pablo II, más doctrinal y menos reformista. Francisco, en cambio, ha preferido caminar —a veces con lentitud, sí— pero hacia la periferia, con los últimos, con los descartados.

Avances en la Iglesia de Francisco

Desde su elección en 2013, el Papa argentino ha movido muchas piezas del tablero eclesial. Algunos de sus logros más notorios incluyen:

  • Una Iglesia en salida: Francisco ha insistido en que la Iglesia debe estar en las calles, no encerrada en palacios. Ha priorizado la acción pastoral y el contacto con los fieles por encima de las estructuras burocráticas.
  • Reforma económica y transparencia: Ha impulsado una limpieza en las finanzas vaticanas, luchando contra la corrupción interna y apostando por la transparencia, con resultados que aún se están consolidando.
  • Sinodalidad y escucha activa: Ha promovido el camino sinodal como un modelo de gobernanza más participativo, escuchando a la base, incluyendo laicos, mujeres y jóvenes.
  • Cuidado de la creación: Con la encíclica Laudato Si’, Francisco se ha convertido en un referente global en la lucha por el medio ambiente desde una perspectiva ética y espiritual.
  • Acercamiento a los marginados: Migrantes, pobres, presos, personas LGBTQ+, divorciados vueltos a casar… Francisco ha intentado abrir puertas a quienes durante décadas encontraron más juicios que abrazos dentro de la Iglesia.

Los desafíos pendientes: hacia una Iglesia más igualitaria

Pero el camino no ha estado exento de resistencias. La curia romana, ciertos obispos influyentes, y no pocos sectores de fieles se han mostrado críticos —y a veces abiertamente hostiles— con sus propuestas. Las reformas avanzan, pero a paso lento. Y algunos temas siguen siendo deudas pendientes si la Iglesia aspira a ser verdaderamente igualitaria y creíble en el siglo XXI.

Entre ellos, destacan:

  1. El papel de la mujer: Aunque ha nombrado a mujeres en cargos importantes dentro del Vaticano, el acceso al diaconado femenino —y mucho menos al sacerdocio— sigue siendo un tema tabú. Francisco ha abierto el debate, pero aún sin decisiones concretas.
  2. Inclusión plena de personas LGBTQ+: Si bien ha hecho gestos de acogida y llamados a no discriminar, la doctrina oficial sigue calificando la homosexualidad como “objetivamente desordenada”. Una revisión teológica más valiente aún está pendiente.
  3. Descentralización real del poder: La sinodalidad ha sido un paso, pero muchos episcopados nacionales siguen sintiéndose con las manos atadas ante decisiones locales que requieren validación desde Roma.
  4. Revisión del celibato y rol de los laicos: Temas como el celibato opcional o la participación laical en decisiones pastorales aún encuentran fuerte resistencia interna.

Una primavera que resiste al invierno

Francisco, con sus 87 años y sus achaques, es cada vez más símbolo que poder institucional. Pero qué símbolo. Su sola presencia en la plaza de San Pedro este domingo, aún en silla de ruedas, es una respuesta firme a quienes lo quieren fuera. Es también un recordatorio de que, aunque el cuerpo envejece, el espíritu puede seguir transformando estructuras anquilosadas.

Queda por ver qué podrá concretar en el tiempo que le resta. Pero incluso si mañana no pudiera continuar, su huella ya es indeleble. Ha cambiado el tono, el enfoque, y sobre todo, la percepción de lo que un Papa puede —y debe— ser. Su legado no será sólo teológico, sino profundamente humano.

Y mientras miles lo ovacionaban en la plaza, no por la perfección de su salud sino por la coherencia de su mensaje, quedaba clara una cosa: Francisco está débil, pero está. Y estará, al menos, mientras haya quien tome su testigo.

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