En el marco del Año Jubilar y la conmemoración de los 1.700 años del Primer Concilio de Nicea, el Papa Francisco ha dado su respaldo a un documento clave publicado por la Comisión Teológica Internacional: “Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador – 1700 aniversario del Concilio Ecuménico de Nicea (325-2025)”. Este texto no solo revisita el legado del concilio fundacional de la Iglesia, sino que también traza un camino hacia la unidad de los cristianos, un sueño que ha sido una prioridad en el pontificado de Francisco.
Desde su elección en 2013, el Papa ha insistido en la necesidad de fortalecer el ecumenismo, promoviendo el diálogo con la Iglesia ortodoxa, las comunidades protestantes y otras confesiones cristianas. Su visión de una Iglesia en salida, sinodal y fraterna, ha encontrado en la celebración de este aniversario una oportunidad inmejorable para renovar el compromiso con la unidad. El documento, aprobado por unanimidad dentro de la CTI y avalado posteriormente por el cardenal Víctor Manuel Fernández, refleja una teología que no se queda en la academia, sino que se proyecta hacia la vida y misión de la comunidad cristiana.
El Papa ha reiterado en diversas ocasiones que la división entre los cristianos es un escándalo que debilita el testimonio del Evangelio en el mundo. En este sentido, el texto enfatiza la necesidad de recuperar el espíritu de Nicea, cuando en el año 325 los obispos de todo el mundo conocido se reunieron bajo la invitación del emperador Constantino para definir una fe común. Fue allí donde nació el Credo Niceno, un símbolo de unidad que, a pesar de los cismas y separaciones posteriores, sigue siendo compartido por católicos, ortodoxos y muchas comunidades protestantes.
Uno de los aspectos más significativos de este documento, en sintonía con la visión del Papa, es el llamado a fijar una fecha común para la celebración de la Pascua. Durante siglos, las Iglesias de Oriente y Occidente han celebrado la resurrección de Cristo en días distintos debido a diferencias en los calendarios litúrgicos. Sin embargo, en 2025, de manera excepcional, todas las confesiones cristianas coincidirán en la misma fecha. Francisco ha expresado en múltiples ocasiones su deseo de que esta coincidencia se transforme en un acuerdo definitivo, eliminando así una de las divisiones más visibles dentro del cristianismo.
El texto también destaca un principio fundamental que el Papa ha promovido con fuerza: la sinodalidad. En varias intervenciones, Francisco ha subrayado que la Iglesia no puede ser una institución rígida y piramidal, sino que debe caminar junto a todo el Pueblo de Dios. En este sentido, el documento reafirma la infalibilidad en credendo de los bautizados, recordando que la fe no es solo una cuestión de obispos y teólogos, sino que pertenece a todo el cuerpo eclesial. Esta visión sinodal, donde todos los fieles tienen un papel en la definición y vivencia de la fe, es una piedra angular del pontificado del Papa Francisco.
El ecumenismo, sin embargo, no se limita a acuerdos teológicos o litúrgicos. Para Francisco, la unidad de los cristianos pasa por la conversión del corazón, por una fraternidad concreta que se traduzca en gestos de reconciliación y colaboración. En este sentido, el documento resalta que lo que une a los cristianos es mucho más grande que lo que los separa. Todos creen en un solo Dios, en la Trinidad, en la divinidad y humanidad de Cristo, en la resurrección y en la vida eterna. La llamada es a centrarse en estos fundamentos comunes y a superar los prejuicios y recelos históricos que han alimentado las divisiones.
A lo largo de su pontificado, Francisco ha dado pasos significativos en esta dirección. Sus encuentros con el Patriarca Ecuménico Bartolomé, con líderes de las Iglesias protestantes y con comunidades evangélicas han sido constantes, siempre con un espíritu de diálogo y reconciliación. En 2016, junto al Patriarca Cirilo de Moscú, firmó la histórica Declaración de La Habana, un documento que marcó un acercamiento entre la Iglesia católica y la ortodoxia rusa tras casi mil años de separación. Además, ha participado activamente en encuentros interconfesionales, reforzando la idea de que la unidad cristiana es una tarea urgente.
El documento también destaca otro punto esencial en la visión del Papa: la opción preferencial por los pobres. Francisco ha insistido en que el cristianismo no es una doctrina reservada a una élite intelectual o teológica, sino que debe ser una fe encarnada en la vida de los más sencillos. El texto enfatiza que los más vulnerables no solo son destinatarios de la fe, sino que también pueden ser evangelizadores para el mundo. La voz de los marginados, dice el documento, es un testimonio vivo de Cristo crucificado, una enseñanza que resuena profundamente en la predicación de Francisco.
A medida que se acerca la conmemoración del 20 de mayo, cuando se celebrará la jornada de estudio sobre este documento, la Iglesia se encuentra en un momento clave para profundizar en su vocación ecuménica. Aunque el estado de salud del Papa ha generado incertidumbre sobre su prevista visita al Patriarca Bartolomé en torno al 25 de mayo, su liderazgo sigue siendo fundamental en este proceso.
El Concilio de Nicea marcó un antes y un después en la historia del cristianismo, estableciendo un marco de fe común que ha perdurado a lo largo de los siglos. Hoy, 1.700 años después, Francisco impulsa un nuevo llamado a la unidad, recordando que el ecumenismo no es un simple ideal, sino una necesidad para la misión de la Iglesia en el mundo. El sueño de Jesús —»Que todos sean uno» (Jn 17,21)— sigue siendo un desafío, pero bajo el liderazgo de Francisco y con iniciativas como este documento, la esperanza de la unidad cristiana se mantiene más viva que nunca.