La relación entre la Iglesia católica y las dictaduras latinoamericanas ha sido motivo de controversia y debate durante décadas. En el caso de Chile, el papel de la jerarquía eclesiástica en la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) es una historia de complicidad, silencio y, en algunos casos, abierta colaboración con un régimen que perpetró crímenes de lesa humanidad.
Recientemente, ha salido a la luz un documento que demuestra que el número dos del Vaticano en la época del golpe de Estado de 1973 respaldó en nombre del Papa Pablo VI la instauración de la dictadura de Pinochet. Este hallazgo confirma lo que muchos sospechaban: la cúpula de la Iglesia católica no solo toleró, sino que también apoyó activamente el derrocamiento de la democracia chilena. Esto no solo traiciona los principios cristianos de justicia y paz, sino que también pone en entredicho la integridad moral de la institución eclesiástica.
El Descubrimiento del Documento
El documento recientemente descubierto detalla cómo un alto representante del Vaticano expresó su respaldo al golpe de Estado que derrocó al presidente Salvador Allende. La dictadura de Pinochet se caracterizó por violaciones sistemáticas a los derechos humanos, incluyendo torturas, desapariciones forzadas y asesinatos. La revelación de este documento refuerza la tesis de que el apoyo de la Iglesia no fue meramente pasivo, sino que existió un aval explícito de la Santa Sede a la dictadura militar.
Aunque algunos sectores de la Iglesia chilena, como el Cardenal Raúl Silva Henríquez y el Comité Pro Paz, trabajaron en la defensa de los derechos humanos, la jerarquía vaticana parecía estar más interesada en contener la expansión de las ideas progresistas en América Latina que en defender la dignidad de los perseguidos por el régimen.
Complicidad y Silencio: La Iglesia ante la Dictadura
La Iglesia católica ha sido históricamente una institución con una fuerte influencia en la política latinoamericana. En el caso de Chile, su papel durante la dictadura de Pinochet osciló entre la denuncia de los abusos y la complacencia con el régimen. Si bien algunos sacerdotes y obispos fueron críticos con la dictadura, la estructura eclesiástica en su conjunto nunca condenó con firmeza el terrorismo de Estado que se vivió en Chile.
El respaldo al golpe de Estado de 1973 no solo se manifestó en palabras y documentos, sino también en acciones concretas. La Iglesia permitió que en sus templos se dieran refugios a militares y se hicieran llamados a la reconciliación sin exigir justicia para las víctimas. Esta actitud encubridora desdibujó el mensaje cristiano de amor y protección a los más vulnerables.
Juan Pablo II, Pinochet y la Doble Moral de la Iglesia
Uno de los episodios más simbólicos de la relación entre la Iglesia católica y la dictadura chilena ocurrió en 1987, cuando el Papa Juan Pablo II visitó Chile y, en un acto de clara condescendencia con el régimen, le dio la comunión a Augusto Pinochet. Esta imagen, capturada y difundida por los medios, reflejó una postura de indulgencia hacia un dictador responsable de miles de desapariciones y asesinatos.
Este acto contrasta con la postura rigurosa de la Iglesia católica frente a otros fieles. Mientras Pinochet, acusado de crímenes de lesa humanidad, recibía la comunión de manos del sumo pontífice, la Iglesia sigue negándosela a los divorciados vueltos a casar, argumentando que viven en “pecado” y que no son dignos de recibir el sacramento. Esta doble moral evidencia la flexibilidad de la doctrina cuando se trata de proteger a los poderosos y la rigidez con la que se castiga a personas comunes por decisiones personales.
El Evangelio enseña que Jesús acogía a los pecadores y rechazaba a los hipócritas que juzgaban con severidad a los demás mientras encubrían sus propias faltas. Sin embargo, la Iglesia ha optado por mantener un estándar moral arbitrario, beneficiando a dictadores y condenando a quienes simplemente buscan rehacer su vida tras un matrimonio fallido.
¿Es Esta la Iglesia de Jesús?
Si bien la doctrina cristiana está basada en valores de amor, justicia y misericordia, la complicidad de la Iglesia con regímenes autoritarios muestra una contradicción entre su discurso y su accionar. Jesús de Nazaret fue un líder que desafió a las autoridades opresivas de su tiempo y defendió a los marginados. ¿Cómo es posible que una institución que dice representar su legado haya apoyado a una dictadura que persiguió, torturó y asesinó a miles de personas?
El Evangelio no puede ser utilizado como herramienta de represión ni como escudo para justificar el poder autoritario. La postura de la jerarquía eclesiástica en el caso de Chile contradice los principios más básicos del cristianismo y demuestra cómo la Iglesia, en muchos casos, ha preferido aliarse con los poderosos en lugar de defender a los más débiles.
La Necesidad de una Reflexión Histórica
A la luz de estos hechos, la Iglesia católica debería asumir su responsabilidad histórica y pedir perdón de manera clara y contundente. Si bien en los últimos años ha habido intentos de reconocer los errores del pasado, todavía existe una deuda moral con las víctimas de la dictadura chilena. La impunidad y el silencio solo perpetúan la injusticia y erosionan la credibilidad de la institución.
El Papa Francisco ha hecho llamados a una Iglesia más comprometida con los pobres y las víctimas de la violencia, pero estos esfuerzos deben traducirse en acciones concretas. La apertura de archivos, la entrega de información clave y la condena explícita a la complicidad eclesiástica con regímenes represivos son pasos fundamentales para reconstruir la confianza en la Iglesia.
Conclusión: Un Llamado a la Coherencia
El hallazgo del documento que evidencia el apoyo del Vaticano a la dictadura de Pinochet es una prueba más de cómo la Iglesia católica ha jugado un papel ambiguo en la historia latinoamericana. Esta revelación debe servir como un punto de inflexión para reflexionar sobre el verdadero papel de la Iglesia en la sociedad y su compromiso con los valores cristianos.
Si la Iglesia quiere recuperar su autoridad moral, debe ser coherente con el mensaje de Jesús, quien predicó la justicia, la verdad y la defensa de los oprimidos. La complicidad con el poder autoritario no representa la Iglesia que Jesús quería. La historia nos obliga a recordar y exigir justicia para que nunca más se repitan estos episodios de traición a la humanidad y al Evangelio.
Con el último Papa hemos tenido un tímido cambio.
El declive de la Iglesia romana parece imparable.