La Crítica de Jorge González Guadalix a la Iglesia de Base
Es curioso que quienes más se quejan de la llamada «Iglesia de Base» lo hagan desde una postura de superioridad moral disfrazada de ironía. Jorge González Guadalix, autoproclamado juez del auténtico catolicismo, escribe con la indignación de quien se siente incómodamente interpelado por una realidad que no puede controlar. Su crítica, llena de sarcasmo y desdén, revela más sobre su propia incomodidad que sobre los supuestos errores de aquellos a quienes ataca.
La Iglesia de Base: ¿Un Grupo de Iluminados?
González Guadalix insinúa que la Iglesia de Base se considera a sí misma como un grupo de iluminados, una suerte de elite espiritual que pretende dictar el camino correcto. Sin embargo, lo que realmente molesta aquí no es la existencia de una Iglesia de Base, sino el hecho de que cuestione la estructura tradicional y la jerarquía de la Iglesia. ¿No es precisamente el Evangelio una llamada constante a la revisión, a la conversión y al cuestionamiento de las estructuras de poder cuando estas se alejan del mensaje de Cristo?
Desde los primeros tiempos del cristianismo, las comunidades estaban compuestas tanto por ricos como por pobres. San Pablo, en su Primera Carta a los Corintios (1 Corintios 11:20-22), ya advertía sobre las desigualdades que surgían en las celebraciones eucarísticas, que en aquel entonces eran comidas fraternas y no meros ritos litúrgicos. Algunos comían en abundancia mientras que los pobres, que llegaban tarde tras su jornada laboral, encontraban la mesa vacía. Esta crítica paulina demuestra que la lucha contra la desigualdad dentro de la comunidad cristiana no es una invención moderna, sino una preocupación que ha estado presente desde el origen de la Iglesia.
La Falsa Neutralidad de la Jerarquía
Uno de los argumentos más endebles de este artículo es la idea de que no hay diferencia entre la «Iglesia de Base» y la «Iglesia de Altura» porque en ambas hay ricos y pobres, laicos y clérigos, personas comprometidas y personas pasivas. Pero el problema no es una cuestión de riqueza o de estatus clerical, sino de actitud frente a la realidad social y eclesial. La Iglesia de Base se caracteriza por su compromiso con los marginados, por su insistencia en la justicia social y por una interpretación del Evangelio que no se limita a la doctrina vacía, sino que busca transformar la realidad.
¿Molestan las Críticas?
La queja de González Guadalix contra la Iglesia de Base también deja en evidencia la incomodidad de ciertos sectores ante la crítica y la protesta. Se menciona la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid como un ejemplo de «gritos y lamentaciones», cuando en realidad fue un espacio en el que se denunciaron los gastos excesivos en un evento eclesial mientras miles de personas vivían en condiciones de pobreza. Si esta postura incomoda, no es porque sea falsa, sino porque pone en evidencia contradicciones que muchos prefieren ignorar.
¿Dónde Está el Problema Real?
El verdadero problema no es la existencia de la Iglesia de Base, sino el miedo de ciertos sectores a perder su control sobre el discurso eclesial. La insistencia en descalificar a quienes piensan diferente, en ridiculizar a aquellos que exigen una Iglesia más comprometida con los pobres y en minimizar cualquier postura crítica, solo demuestra una resistencia al cambio que no tiene nada de evangélica.
Si el Evangelio es una llamada constante a la conversión, ¿por qué temer a quienes lo recuerdan?
La Iglesia no puede limitarse a ser una institución cómoda para quienes ostentan el poder eclesial. Si verdaderamente busca seguir el mensaje de Cristo, debe abrirse al diálogo y a la autocrítica. La historia ha demostrado que los intentos de silenciar las voces incómodas solo conducen al estancamiento y la pérdida de relevancia. Es hora de dejar atrás los ataques vacíos y centrarse en lo esencial: la construcción de una comunidad cristiana fiel al Evangelio y comprometida con la justicia.