En una nueva muestra de su radicalismo y su desprecio por los valores del Evangelio, el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, ha vuelto a situarse en el foco de la polémica. No contento con haber anunciado prematuramente la muerte del Papa Francisco, asegurando que se encontraba en situación «terminal», ahora el prelado se ha lanzado de lleno a la defensa de posturas extremas y abiertamente contrarias al mensaje cristiano. La figura que elige para enarbolar como líder moral no es otra que la de Donald Trump, el expresidente estadounidense conocido por su racismo, su machismo y su desprecio por los derechos humanos.
El mismo día en que los médicos del hospital Gemelli confirmaban el alta del Papa tras 38 días ingresado, Sanz acogía en su diócesis un congreso de docentes católicos organizado por la Fundación Educatio Servanda. Durante el evento, el arzobispo elogió la figura de Trump y su «rearme moral», señalándolo como el gobernante ideal para «poner a la cultura ‘woke’ en su sitio» y «desenchufar ideologías trampantes».
Que un prelado de la Iglesia católica, supuestamente guiado por el Evangelio, enaltezca a un personaje cuya política se ha basado en la exclusión, el odio y la mentira, resulta cuanto menos indignante. Pero esta no es la primera vez que Jesús Sanz se alinea con posturas reaccionarias y ultraconservadoras, en abierta oposición al mensaje de acogida y misericordia de Jesucristo.
La falsa moral del arzobispo: desprecio al Papa y defensa de la ultraderecha
Resulta significativo que Sanz declarara al Papa en «situación terminal» justo cuando Francisco sigue demostrando su fortaleza y determinación en la defensa de una Iglesia abierta y comprometida con los más desfavorecidos. No es casualidad que el arzobispo de Oviedo se haya convertido en un opositor sistemático del Papa, cuyas reformas y llamados a la justicia social han incomodado a los sectores más retrógrados de la Iglesia.
Mientras Francisco insiste en la acogida a los inmigrantes y la atención a los pobres, Sanz simpatiza con movimientos que abogan por la expulsión de extranjeros y la exclusión de quienes no encajan en su estrecha visión de la sociedad. Su participación en foros donde se defienden ideas xenófobas y su constante ataque a cualquier intento de modernización de la Iglesia lo delatan: su catolicismo es solo una fachada para encubrir una ideología ultraconservadora y antievangélica.
Un líder a contracorriente del mensaje de Cristo
El Evangelio de Jesucristo no deja lugar a dudas: el amor, la inclusión y la defensa de los más vulnerables son los pilares del cristianismo. Pero Jesús Sanz parece tener otra interpretación. Para él, un líder como Trump, que promueve la división y el enfrentamiento, es el ejemplo a seguir. ¿Qué tiene de cristiano un gobernante que ha separado a niños de sus familias en la frontera, que ha ridiculizado a los refugiados y que ha utilizado el miedo y la mentira para mantenerse en el poder?
El arzobispo de Oviedo no solo defiende a Trump, sino que se ha convertido en un ariete de la ultraderecha dentro de la Iglesia española. Sus discursos están plagados de referencias a una «guerra cultural» contra el feminismo, los derechos LGTBI y la justicia social. Para Sanz, el problema no es la pobreza, la desigualdad o la corrupción, sino la «cultura woke» y el supuesto avance del progresismo.
Una Iglesia que se aleja de su pueblo
Mientras Jesús Sanz glorifica a Trump y ataca la modernidad, la realidad en las parroquias de su diócesis es bien distinta. La Iglesia en España enfrenta una crisis de relevancia, con iglesias vacías y jóvenes alejados de una institución que perciben como anclada en el pasado. Las declaraciones del arzobispo no hacen más que ahondar en esa brecha, convirtiéndolo en un líder desconectado de la realidad social y espiritual de su pueblo.
A esto se suma su desinterés por el mantenimiento de importantes espacios eclesiales en su diócesis. Durante su mandato, el Seminario Menor de Oviedo dejó de funcionar, dejando sin este espacio de formación a los futuros sacerdotes. Además, ha eliminado el coro de niños de la Colegiata de Covadonga, justificando la medida con argumentos económicos y alegando que es un «gasto caro». Lo más llamativo es que, mientras desmantela estos espacios de formación y tradición eclesial, sus acciones muestran que, cuando se trata de proyectos que no encajan en su visión ideológica, el factor económico se convierte en un argumento clave para su desmantelamiento.
El catolicismo no necesita más prelados que levanten muros y siembren odio. Necesita pastores que sigan el ejemplo de Francisco, que construyan puentes y defiendan la dignidad de todas las personas. Jesús Sanz, con su devoción por Trump, su desprecio por el mensaje de Cristo y su falta de interés por la formación y el acompañamiento de los fieles, representa todo lo contrario. Y eso, más que una cuestión de opinión, es una evidencia dolorosa para quienes todavía creen en una Iglesia fiel al Evangelio.