Ferrol, la espera que desespera
El servicio de oftalmología de Ferrol está bajo la lupa tras un nuevo caso de desatención médica que pone en jaque la capacidad del sistema público para garantizar una atención digna y oportuna a sus pacientes. Una mujer, operada de glaucoma, lleva en lista de espera desde agosto de 2023 sin recibir la asistencia que necesita, lo que la ha obligado a recurrir en repetidas ocasiones a la sanidad privada para tratar sus molestias.
Este caso no es un hecho aislado. Se suma a una larga lista de pacientes atrapados en el limbo burocrático de las listas de espera interminables. Mientras tanto, la salud de quienes dependen del sistema público se deteriora, y la única opción viable para evitar complicaciones graves es acudir a la medicina privada, asumiendo costes que no todos pueden afrontar.
Una espera que pone en riesgo la salud
La paciente en cuestión fue intervenida de glaucoma, una enfermedad ocular que, si no se trata a tiempo, puede derivar en ceguera irreversible. Tras la cirugía, requería un seguimiento periódico para garantizar que la evolución fuera la correcta. Sin embargo, su cita de control, programada para agosto de 2023, nunca llegó. Desde entonces, ha intentado sin éxito obtener una consulta con el servicio de oftalmología del Complejo Hospitalario Universitario de Ferrol (CHUF).
Los síntomas que ha experimentado en estos meses —dolor, visión borrosa y presión ocular elevada— la llevaron a buscar ayuda en la sanidad privada, donde ha tenido que desembolsar cientos de euros para recibir la atención que el sistema público le ha negado. «No puedo esperar más, mi vista está en juego», afirma con impotencia.
Una oftalmología colapsada
Los problemas en el servicio de oftalmología de Ferrol no son nuevos. Pacientes y profesionales denuncian la falta de especialistas, lo que provoca retrasos insoportables en la atención. La crisis en esta área se ha agravado en los últimos años, y las listas de espera para consultas y cirugías se han disparado.
Según los últimos datos oficiales, los pacientes que necesitan una consulta oftalmológica pueden esperar entre seis meses y un año para ser atendidos, mientras que los que requieren cirugía pueden enfrentarse a demoras aún mayores. En el caso del seguimiento postoperatorio, la situación es aún más crítica, pues el retraso en las revisiones puede comprometer el éxito de la intervención.
«Estamos en una situación insostenible. Cada vez hay más pacientes y menos médicos para atenderlos», lamenta un profesional del sector que prefiere mantenerse en el anonimato. «El resultado es que los pacientes que pueden permitírselo acaban yendo a la privada, mientras que los que no tienen recursos se quedan abandonados a su suerte», afirma la paciente
¿Dónde están las soluciones?
Las autoridades sanitarias han reconocido la saturación del servicio, pero las medidas adoptadas hasta ahora han sido insuficientes. Se han anunciado refuerzos puntuales y reorganizaciones internas, pero los pacientes siguen esperando. La pregunta es: ¿hasta cuándo?
La falta de personal, sumada a la precariedad laboral de muchos profesionales de la sanidad pública, ha hecho que la oftalmología de Ferrol se haya convertido en un cuello de botella. Mientras tanto, los afectados siguen acumulando meses de espera, poniendo en riesgo su salud visual.
Este caso pone en evidencia una realidad preocupante: la sanidad pública, que debería ser un pilar fundamental del bienestar ciudadano, está fallando a quienes más la necesitan. Y mientras los despachos se llenan de promesas y justificaciones, los pacientes siguen esperando. Esperando una cita, esperando una solución, esperando que alguien los escuche antes de que sea demasiado tarde.
La oftalmología colapsada, la falta de especialistas y la indiferencia de las autoridades han convertido el derecho a la salud en un privilegio para quienes pueden pagar la privada. ¿Cuántos más deben sufrir antes de que actúen? La espera no solo desespera, también ciega. La inacción de los responsables es negligencia. Y la negligencia, cuando pone vidas en riesgo, tiene otro nombre: abandono sanitario.
Esta no es una simple demora, es una condena impuesta por un sistema ineficaz y deshumanizado. Mientras los políticos se llenan la boca con promesas vacías, los pacientes pierden calidad de vida, salud y, en casos como este, hasta la visión. No es incompetencia, es crueldad. Y la crueldad en la sanidad pública se paga con sufrimiento real.